Volver a Guatemala o nunca salir de ella

Ilustración: Hebert Woltke

El viaje que nos trajo a casa fue largo. Recorrimos doce mil kilómetros desde Santiago de Chile, una ciudad que siempre me pareció gris e impostora porque de alguna forma lograba engañarme, mostrándome solo una cara de ella. Fue una época solitaria en Vitacura pero de mucho aprendizaje. Debo reconocer que descubrí dos mujeres maravillosas —Virginia e Isidora— a quienes agradeceré siempre su amistad y cariño. 

Cumplí medio siglo de vida en San Pedro de Atacama. Allí celebré mi cumpleaños rodeada de amigos y de mi amado esposo y compañero. Ver mi sello de salida de Chile y de entrada a la Argentina me llenó de emoción. Quizás fue una tontería. Ansiaba volver a mi tierra, encontrarme con mi familia. 

A medida que avanzábamos cambiaba la geografía, los colores y los aromas, y también la gente. Jujuy, Salta, Uyuni, Potosí, Sucre, La Paz, el Lago Titicaca en Copacabana, Cusco, Machu Picchu, Nazca, hasta llegar a  Lima, nos tomó la mitad del camino, unos seis mil kilómetros. La otra mitad del trayecto nos llevó a Piura, Tumbes, Cuenca, Quito, Otavalo, Ipiales, Pasto, Popayán, Armenia, Pereira, Manizales, Medellín, Cartagena, Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador y finalmente, Guatemala. 

A veces me pregunto ¿por qué ese afán en volver? ¿Qué tiene esta tierra que inevitablemente terminas amándola tanto? Estábamos felices, con la sensación —al menos yo— de que nunca había salido. 

Pero cómo duele Guatemala. Te da golpes como los que menciona Vallejo,  golpes que se empozan en el alma y abren zanjas oscuras. Es como Saturno devorando a un hijo, esa espeluznante pintura de Francisco de Goya. 

Y todo pasa aquí tan rápido y con tanta fuerza que no te da respiro, cuesta asimilarlo, tomar aliento, sentarse a  reflexionar. Siete años han transcurrido desde que cruzamos la frontera de El Salvador con rumbo a la ciudad de Guatemala. Un grupo de reflexión, un movimiento, un partido político, una infamia, una traición… todo eso en menos de una década.  Pero como dice la canción, somos como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie. 

Y aunque cueste ver con optimismo el futuro, dependerá de nosotros, las y los ciudadanos de este país, el rumbo que tome Guatemala y su rescate. Exige respetar principios ético políticos y aceptar, como dice Chantal Mouffe, que la política democrática necesita que los otros —esos que piensan distinto a mí, sean de derecha o de izquierda— no sean vistos como enemigos que hay que destruir, sino como adversarios cuyas ideas van a ser combatidas y a veces de modo virulento, pero con respeto y ética. No podemos seguir utilizando la justicia como instrumento de venganza.

Los desacuerdos son legítimos y necesarios en democracia. Por eso es tan importante el debate permanente —ese que hace tanta falta en Guatemala—. Como dice Mouffe, lo que le falta a la izquierda es la capacidad de reunir las demandas democráticas en una voluntad colectiva con el fin de construir un nosotros, que enfrente a un adversario, un ellos —los corruptos—. Pero no es mediante la condena moral cómo van a lograr movilizar las pasiones de los electores en torno a objetivos democráticos, sino ofreciendo una esperanza de que las cosas puedan cambiar, que es posible rescatar la democracia. La lucha es por el poder, una lucha de largo aliento que comienza ahora y hace una primera parada en 2023. 

No puedo terminar esta primera entrega sin agradecer a Quorum por este espacio, que me permite compartir con ustedes mis pensamientos, mis emociones y opiniones acerca de temas diversos. Reconozco que no fue nada fácil comenzar, porque al final de cuentas tener una columna es como abrir las puertas de tu alma de par en par y eso nunca es sencillo.

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1 comentario
  1. Buen dia, de verdad Guatemala se lleva e el Alma, sus diferentes turquesas, todo su encanto, salir de aquí es saber cuanto se extraña, pero duele ver como malos guatemaltecos os hace de la corrupción un placer y ello duele, porque se deja de invertir en tantas cosas, como educación, salud y miles de carencias que tiene nuestro país por culpa de corrupción, pero quienes amamos esta tierra de verdad la llevamos en el Alma.

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