Ilustración: Herbert Woltke

Lo cotidiano es político

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En estos meses han aumentado en mis redes sociales las publicaciones de personas organizando rifas para cubrir los gastos médicos de algún familiar. La pandemia y el estado actual del país han empujado a que la solidaridad sea la única vía, incluso en las situaciones más sorprendentes, como las iniciativas en redes para comprar colchones e insumos para el hospital temporal en el Parque de la Industria. Esos mismos colchones que la Ministra de Salud menospreció y que contrastan con el acto oficial -tan solo unos días después- del presidente Giammattei agradeciendo a las grandes corporaciones de siempre sus donativos de camas y posando con sus marcas y directivos, porque aún entre el dolor y la muerte hay tiempo para hacer publicidad. Son los mismos directivos que nos han hecho creer erróneamente (y porque ellos se benefician de ello) que lo público no funciona porque es público.

Estos esfuerzos solidarios -espontáneos y conmovedores- no son nuevos en Guatemala. Me refiero a los esfuerzos de la población, no al apoyo político disfrazado de caridad que las élites depredadoras dieron, de nuevo, al presidente y su gabinete. Lo que quizá sí es novedoso es que estas acciones solidarias vienen acompañadas del creciente rechazo al debilitado gobierno de Giammattei. No solo por su nefasta gestión de la pandemia y el fallido plan de vacunación[1], el rechazo es también por los señalamientos graves de corrupción, su asalto al sistema de justicia en complicidad con la Fiscal General Consuelo Porras y la destrucción de la Feci. A esto se suma el cierre del espacio cívico, el aislamiento internacional y la persecución de operadores de justicia, periodistas, activistas y organizaciones. Estamos, pues, atravesando una larga noche en la que la democracia y la justicia son cada vez más un anhelo que una realidad.

Ante esto, cuesta creer que amanecerá en Guatemala. Pero hay brotes de luz y de posibilidad. El Paro Plurinacional está siendo una constelación de acciones de todo tipo y en todos los territorios del país con el horizonte de reconocer y dignificar la pluralidad que habitamos y nos habita. El camino no es corto. Quienes vivimos en la Ciudad de Guatemala -la capital ideológica que concentra el poder político y económico de las élites- tenemos un llamado particular que atender para recuperar este territorio. 

Este llamado nos convoca a romper el individualismo exacerbado, a comprender que no estamos solas ni solos en el hartazgo que sentimos y a reconocer que las decisiones que un pequeño grupo de personas toman por nosotras y nosotros tienen un impacto directo en nuestro bienestar y cotidianidad. Decisiones como quiénes tenemos acceso a agua y quiénes no, cómo nos movilizamos en la ciudad, qué sucede con nuestros desechos, en qué zonas se invierte en infraestructura y cuáles quedan en el olvido. Dada la evidencia que podemos ver en nuestras propias vidas y en nuestro contexto, podemos concluir que estas decisiones rara vez tienen como prioridad el bienestar de la población urbana.

El Instituto 25A nace de la convicción de que hay formas distintas de construir colectivamente otras realidades en esta ciudad. Realidades que dignifiquen a todas las personas y al territorio que habitamos. Ellos -quienes llevan décadas en el poder- han llegado hasta donde han podido (y les hemos permitido) en el desmantelamiento de la democracia, el Estado y la vida. Al final, todo eso está conectado. Ellos cuentan con nuestra pasividad y desencanto. Ante esto, la respuesta de la ciudadanía no se ha hecho esperar, particularmente de las juventudes urbanas. 

Por ello, en el I25A impulsamos procesos de encuentro, aprendizaje, investigación e intercambio que nos permitan profundizar en nuestra conciencia y comprensión de la ciudad que habitamos y el momento histórico que nos toca vivir para tomar acción colectiva e impulsar iniciativas ciudadanas para transformar las comunidades que coexistimos en el área metropolitana. La solidaridad es necesaria -especialmente en instantes como este- pero no suficiente. Reconocer que lo cotidiano es político es un paso esencial hacia un Estado que garantice una vida digna para todas y todos. Por eso también agradecemos a Quorum por este espacio mensual que compartiremos entre las voces que conformamos el I25A para seguir insistiendo en que un país y una ciudad pendiente nos convocan. ¿Nos dejamos o nos involucramos?

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