Ilustración: Eduardo Rodríguez

¿Quién define los límites de la comedia?

Guatemala es un país bien dado a la comedia porque hace chiste hasta de la peor tragedia y esto hace alusión a la famosa frase “rio para no llorar”.
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Para Oscar Wilde (escritor, poeta y dramaturgo de origen irlandés) la comedia es “tragedia más el paso del tiempo”. En otras palabras, el paso del tiempo empuja a las comunidades a avanzar socialmente y así entender por qué suceden las cosas, asimilarlas, superarlas y llegar a un punto de armonía social e intelectual que permite bromear con libertad. 

Cuando surge un comentario con tintes “humorísticos” demasiado pronto, el emisor tiende a provocar emociones muy distintas a las que busca despertar la comedia.

Al cuestionarme sobre los límites de la comedia tengo que admitir que claramente no hay nada escrito, pero sí podemos llegar a entender cuál es el efecto del humor en nuestra cultura. 

Por ejemplo, qué pasa cuando ese humor que hacemos genera en el otro una sensación de violencia o falta de respeto. Qué pasa cuando nos reímos del otro que siente que no se puede reír del chiste porque lo que siente no es gracioso, sino que siente que está siendo objeto de agresión. Esto pone en tensión lo que siente el otro con la libertad de expresión. 

A mí me gusta poner este problema en términos políticos. Creo que cuando el humor cuestiona al poder no puede tener ningún tipo de limitación, pero también creo que cuando se utiliza el humor para aplastar y/o agredir a las comunidades vulnerables la cosa es distinta.

¿El comediante debería tener libertad de expresar lo que desea? Desde mi punto de vista considero que sí, ya sea racista, homofóbico, odioso o lo que sea, porque todos tenemos el derecho de expresar lo que pensamos. Pero la libertad de expresión no nos exime de la responsabilidad de nuestros actos. Si por un comentario recibimos una demanda, deberíamos aceptar y enfrentar las consecuencias con gallardía. 

Debemos tomar en cuenta que la libertad de expresión es un arma de doble filo, es pertinente pensar antes de hablar y sobre todo preguntarnos ¿por qué creemos en lo que creemos?

A la vez creo que es un acto de cobardía esconderse escudarse en el clásico “era broma” cuando las cosas salen mal. Esta conducta es abordada por Sigmund Freud en su libro “El chiste y su relación con lo inconsciente”, en donde decía que el ser humano se refugia en el chiste, dado que es el inconsciente que expresa sus deseos reprimidos, porque para poder vivir en sociedad es necesario reprimir muchos deseos. La risa entonces es una reacción ante un comentario que habita en el inconsciente, siendo el chiste la realización de un deseo o pensamiento del individuo.

Pudiendo hacer comedia sobre cualquier tema, ¿por qué escoger hacer comedia sobre clasismo, racismo, homofobia o misoginia? ¿Por qué creemos que necesitamos un foco antagonista para justificar el chiste? ¿Para qué deseamos hacer un comentario chistoso sobre comunidades vulnerables? ¿La comedia se reduce a sólo esa visión del mundo? ¿Por qué no hacer comedia de nuestras propias anécdotas?

Lo que más me preocupa es el secuestro de las causas, porque nos perdemos al voltear a ver quién fue el que dijo algo políticamente incorrecto y armamos una especie de “cacería de brujas” virtual llamada “cancelación”, en vez de hablar y atender el problema real (racismo, misoginia, homofobia, gordofobia, clasismo, entre otros). 

No escribo desde la “verdad”, lo digo desde la posibilidad de entender que una cosa es usar el humor contra el poderoso y cuestionar sus actos y otra cosa muy distinta es usarlo contra los vulnerables.

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