Sobre nichos y ecosistemas políticos

Una de las premisas que me orienta es que los cambios para lograr vidas más justas y felices se logran en colectividad, nunca aisladxs.
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Ahora me parece evidente, pero no siempre fue así. Mis padres me hicieron saber las violencias que crearon y sostienen la desigualdad en Guatemala, pero yo no crecí con referentes cercanos de organización y participación política. Los comencé a buscar a los 13 años cuando me asumí punk. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, seguían pareciéndome lejanos. En 2010, cuando comencé a estudiar sociología en la universidad, tuve mi primer encuentro cara a cara con el mundo de la política y lo político. Aquí se me presentó un escenario estrictamente racional, hostil, lleno de estrategias ocultas y sospechas que yo no entendía. Los años de universidad me hicieron interiorizar que en la política no había lugar para la gente como yo. Las mujeres y personas LGBTIQ+ no cabíamos y, si logramos entrar, necesitamos dejar nuestras emociones y sensibilidades al margen.

Salir al mundo profesional presentó una nueva serie de retos. La necesidad de procurarme un ingreso a fin de mes me distanció de las cosas que antes hacía para sentirme en la jugada. Tuve que repensar mi quehacer político y, a prueba y error, buscar nuevos espacios. Todo esto mientras repensaba y revisaba mis valores, creencias, afectos y maneras de cuidarme. Por años me sentí huérfana en el escenario político. Entonces no supe verlo, pero había perdido todas mis redes de cuidado.

Mi primer camino político tenía como fundamento las decisiones absolutas y los compromisos para toda la vida. En él no cabían dudas, cambios, ni “corre y va de nuevo”. Era un sendero que recorría sola y, por eso, tenía que poder con todo. Pasé mucho tiempo sintiendo miedo y vergüenza. Posponía involucrarme porque creía que aún no estaba lista, que debía mejorar, que me faltaba algo. Se me colaba el dolor de todos esos años, escuchando que nosotrxs, los amantes de Floricienta, no teníamos nada que aportar. Y yo no quería que fuera cierto; no quería dar motivos para confirmar esta premisa machista, violenta y prejuiciosa.

Sin embargo, intuía que había otra forma de construir y habitar la política sin que ello supusiera abandonar las partes de mí que más amaba. Fue gracias a mis amistades que comencé a alimentar esa esperanza. Comencé a explorar la idea-sensación de que la política no era algo que yo hacía por ocupación, más bien, es una parte central de mí. En esta certeza he podido buscarme y también me he encontrado con seres amados. Durante el último año he tomado conciencia de lo importantes que son las redes comunitarias. Llené de contenido algo que había leído muchísimas veces al darme cuenta de que en los momentos de profundas crisis me sostuvieron los cuidados colectivos. Desde entonces la línea que separaba en mí lo emocional de lo político se disolvió. Ahora creo firmemente que mi quehacer como persona que se asume política, está totalmente atravesado por lo que tengo en el corazón. No soy un ser político al margen de mi condición humana sino desde ella.

Cuando encontré mi comunidad política entendí que no tengo que poderlo todo, que esto que soy, es suficiente para contribuir en la construcción de otros mundos. En ella sentí confianza de preguntar, de confesarme herida, vulnerable, temerosa e ignorante. Por fin pude llenar de vida las palabras complicidad y solidaridad. Tener conversaciones honestas, cercanas y horizontales con otrxs me hizo entender que la participación política no es una identidad inamovible ni una insignia irrevocable. Esta es una decisión de vida y, como tal, tendrá que ser revisitada, revisada y renovada un sinfín de veces mientras nos toque pulsar. Unas veces porque cambiamos nosotros; cambia nuestros tiempos, energías, intereses o creencias. Otras, porque cambia el mundo; aparecen nuevas necesidades, escuchamos otras voces que antes no conocíamos y nos tocan, nos cuestionan, nos hacen dudar.

Este es un momento de mi vida en el que no quiero dejar de poner en las cosas que hago aquello que soy: mis dolores, esperanzas, miedos y alegrías. Quiero explorar y hacer evidente el componente emocional y afectivo de la disputa del poder político y la transformación del mundo. Quiero llenar de contenido, a través de la experiencia consciente y activa, frases que el capitalismo se ha adueñado para hacer merch disruptiva. No tengo certezas, apenas intuiciones que quiero seguir.

Quiero también que estas palabras sean un agradecimiento a Gaby, Ixkik y Gabriel que me abrieron las puertas a la comunidad política que ahora habito, al I25A, Centinelas, Catafixia y las organizaciones que participaron en Mapas de Ignición. También a mis amistades y familia. Gracias por la paciencia, los diálogos, insumos y el amor que me ayuda a combatir el miedo y la desesperanza.

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