Ilustración: Herbert Woltke

El humor, la filosofía y lo político

“Tengo muy mala suerte en el amor, he buscado novio en la universidad, en Tinder… hasta con los Ubers… y jamás encuentro nada”. Este es un ejemplo de un chiste construido con una estructura humorística llamada regla de 3, en donde se dicen 2 cosas obvias y una que se sale de la norma.
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En términos de lenguaje podés decir que jugamos con un disloque de las palabras. Este tipo de humor nos permite entender que nuestra forma de hablar está atada a patrones lógicos. Es decir, nuestro la lógica nos marca una dirección y como el último elemento rompe la lógica, eso nos provoca la reacción.

El humor en este sentido es como la filosofía. Parte de la misma realidad en la que vivimos y lo que busca es hacerla menos tensa, provocarle una hendija, mostrar cómo esta misma realidad, siendo vista desde otro ángulo, permite otra construcción de sentido. 

El humor también es político en tanto que nos permite cuestionar el sentido común de las cosas. La filosofía lo hace pero a veces las palabras no alcanzan. Por eso es que un chiste o una caricatura, ayudan a mostrar algo que no nos animamos a ver.

El humor nos ilumina pero no hablo de la creatividad. Nos ilumina en todo el cuerpo porque genera en nosotros una sensación de vergüenza y de carcajada que nos permite cambiar nuestra forma de pensar respecto a algo que parecía tan firme, tan macizo. 

Y como todo en la vida, nada es totalmente bueno o malo y el humor no es la excepción, dado que tiene grandes problemas.

¿Qué pasa cuando ese humor que hacemos genera en el otro una sensación de violencia y falta de respeto? ¿Qué pasa cuando nos reímos de alguien que siente que no se puede reír con nosotros? Este tema es muy interesante, porque pone enfrenta las consideraciones del respeto al otro contra las de la libertad de expresión. 

A mi me gusta pensar este problema en términos políticos, es decir, cuando el humor cuestiona al poder no puede tener limitaciones, pero también creo que cuando se utiliza el humor para aplastar y agredir a las minorías la cosa es distinta. Y tampoco lo digo como una verdad absoluta. 

El otro problema tiene que ver con el contexto: ¿Todo es bromeable? ¿Podemos reírnos de todo? ¿Qué pasa con las muertes? En este sentido depende de cada uno, sentir o percibir cuál es ese límite.

Creo también que el humor es terapéutico porque genera en nosotros una catarsis. A veces reírnos reímos de nuestras desgracias y/o tragedias cuando la distancia de tiempo lo permite, es una posibilidad de encontrar en nosotros mismos, en el humor, una redención.

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