Ilustración: Herbert Woltke

¿Cómo es tener novio en Guatemala (siendo hombre)?

En Guatemala vivimos una cultura machista y heteronormada como en cualquier país del mundo. Es decir, desde que un bebé masculino está en la etapa de gestación dentro del vientre de su madre, los padres comienzan a crearle una identidad que para ellos es la mejor.
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Por ejemplo: le gustará el color azul, detestará el color rosa, le encantará jugar carritos y el fútbol, será el niño más deseado por todas las niñas de su clase y claro, tendrá muchas novias, porque no será un bobo que se quede con  la primera mujer que se enamore, dado que debe de probar todo y quedarse con la mejor mujer, con la que formará un hogar en donde él será fuerte, audaz y astuto para poder ser el protector y proveedor.

“Formar una familia” es algo que aún es muy importante para la sociedad guatemalteca. A los niños desde pequeños les enseñan que deben tener novia, que a las mujeres las deben tratar como a una princesa y que la tiene que cortejar. Que no deben tener miedo de hablarle si les gusta y que si lo rechaza él debe de ser perseverante y no aceptar un “no” por respuesta. Sobre todo le recuerdan que él debe ser inteligente para saber cómo convencer a la niña para que acepte ser su novia. Y si tiene más de una “novia” en la escuela o colegio, mucho que mejor, porque eso demuestra su “hombría”. 

Todo esto está diseñado desde el machismo que no solo le afecta a las mujeres, sino que nos afecta a todos (de diferente forma e intensidad). Y por ello no es extraño que un gay sea machista y/o misógino, porque es algo intrínseco de nuestra cultura. Y eso no es una justificación sino una explicación.

Hasta acá todo va según la norma impuesta (que es muy rara la persona que lo cuestiona) y todo se complica cuando ese niño se da cuenta que su orientación sexual no es heterosexual, sino que gay. 

Primero ocurre un proceso interno de aceptación de parte del individuo y un proceso de luto de parte de los padres. En el momento que el hijo revela su orientación sexual, los padres pasan por un duelo (con sus etapas: negación, ira, negociación,  depresión y aceptación) en donde muere esa figura idealizada que le crearon antes de él haber nacido.  

Acá también surge la primera paradoja de las relaciones homosexuales, en donde acusan a los gays de no tener una pareja estable por ser promiscuos, cuando en realidad ni nos dejan tener un noviazgo “porque eso no es normal”. En muchas ocasiones sí pasa que los homosexuales son promiscuos, pero no es porque seamos hombres, sino porque nadie nunca nos enseñó que se puede tener una pareja siendo gay. 

Los gays no nos casamos no porque no querramos, sino porque no es legal, porque es más fácil encontrar alguien con quien tener relaciones sexuales de una noche que enfrentarse a la sociedad y mostrar algo que muchas personas no entenderán y muy pocas lo aceptaran.

También sucede que en muchas relaciones gays no hay estabilidad pero no es porque dos hombres no puedan tener una relación estable, sino porque jamás nos enseñaron como se puede cortejar a un hombre siendo hombre o como se trata a un novio siendo hombre. 

Muchos ni se cuestionan esta parte, sino que intentan cortejar a un hombre como les enseñaron que se “debe” tratar a una novia. Cuando llega ese momento nos damos cuenta que todo está mal desde el inicio porque, en general, a las personas se les trata con respeto, empatía, cuidado, amabilidad, cariño, honestidad y respetando por su espacio personal.

Para tener una relación sana, independientemente sea heterosexual u homosexual, primero se debe cuestionar el por qué creemos lo que creemos con relación a la socialización entre personas. Debemos preguntarnos si está bien o mal lo que creemos. 

Necesitamos cuestionarnos aunque sea doloroso porque es difícil desarraigarnos de nuestras creencias primarias, pero es necesario si se quiere tener una relación funcional. 

¿Y tú ya te habías cuestionado por qué eres el que “tiene” que invitar en las citas amorosas?

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