Me despidieron.
No termino de entender cómo es posible que habiendo tantos asuntos, indudablemente más importantes y urgentes, las cabezas de las instituciones que conforman la Instancia del Sector Justicia se tomaran el tiempo para discutir el destino de una comunicadora en un Programa de Cooperación Delegada de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo -AECID- y la Unión Europea.
Esa reunión fue el 25 de octubre. Dos días después, el Secretario Ejecutivo de la Secretaría Ejecutiva de la Instancia Coordinadora de la Modernización del Sector Justicia -pomposo el nombre- comunicaba que la Instancia le había instruido rescindir mi contrato por “no cumplir con los términos del mismo”. Así sin más. Ninguna explicación que fundamentara tal acción. Nada.
Me sentí indignada por una decisión que considero arbitraria e injustificada. Sospecho que se debe a un desencuentro que tuve días antes con una mujer que trabaja para una de las instituciones de la Instancia, por un asunto de poca monta, por seguir los procedimientos que corresponden, por no complacerla. Una mujer caprichosa, ambiciosa y con el poder necesario para ejercerlo de la peor manera.
La ironía es que quienes financian el Programa -Prevención de la Violencia y el Delito contra Mujeres, Niñez y Adolescencia- reconocen que me desempeñé “de forma excelente y con mucho compromiso” y dejan “explícita constancia de su entera satisfacción con mi desempeño” como responsable de Comunicación y Visibilidad. Se preguntan también si esta decisión drástica y unilateral está “debidamente justificada y si no vulnera derechos laborales de mujeres”.
Claro que los vulnera. Parece que olvidaron en la Instancia, y también lo hizo el Secretario Ejecutivo, que el propósito del programa es justamente prevenir la violencia contra las mujeres en todas sus formas, y asegurar el respeto de sus derechos.
Este país es así, lleno de contradicciones. El discurso es prevenir la violencia de género y en la oficina, como en este caso, se atropellan derechos fundamentales con total impunidad. No hay coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y eso deslegitima. Lo ocurrido ilustra como se desprecia el talento, la experiencia y los buenos resultados y se privilegia la mediocridad. Interesa más rodearse de gente incondicional que no cuestione y guarde silencio. Gran daño se le hace a las instituciones y al Estado con estas prácticas.
Mientras en la gran ciudad se devanan decidiendo cómo librarse de alguien que les incomoda, porque ejerce su derecho legítimo a expresar sus ideas, allá en los territorios donde se ejecuta el Programa PREVI, hay profesionales de gran calibre que, en medio de muchas limitaciones, ponen su alma y todo su empeño en hacer bien su trabajo, en devolver a las mujeres la esperanza de recuperar sus vidas, de ser dueñas de su destino.
Allí tenemos a la Jueza Presidente del Tribunal de Femicidio en Suchitepéquez. Una mujer hermosa, elegante, distinguida y muy profesional. Firme en sus decisiones y seria en su trabajo. Para ella es claro que “las mujeres tienen una serie de derechos y de garantías que merecen ser hechos valer” y por eso “no deben quedarse calladas porque el silencio siempre va a beneficiar a aquellos que cometen los delitos. Hay que animarse, hay que ser valientes, hay que buscar el apoyo de quienes puedan proporcionarlos para que este mal (la violencia) se pueda ir erradicando”.
En la Policía Nacional Civil, las Oficinas de Atención a la Víctima -OAV- están a cargo de una Comisaria recién ascendida. Ataviada con un uniforme negro impecable, con una cabellera singular y desenfadada, esta mujer es recia, de palabra fresca y franca y muestra un gran compromiso. No dudo que le ha tocado librar batallas férreas por ganarse un espacio y hacerse respetar en un mundo de hombres. Pero ella está determinada a devolver a las OAV, y a quienes trabajan en ellas, el reconocimiento y la dignidad que merecen.
Tres mujeres que reflejan lo malo y lo bueno que aprendí en el Programa. Afortunadamente a lo largo de dos años conocí personas muy valiosas y honorables, las más. Hombres y mujeres que hacen su trabajo con verdadera dedicación y mística. Entregan horas de su tiempo para desentrampar procesos y lograr buenos resultados.
Me despidieron pero me voy con la certeza y la satisfacción de haber hecho un buen trabajo y aún más convencida de que jamás, por ningún motivo, hay que guardar silencio y menos frente a las injusticias. Como decía Martín Luther King: “la injusticia, allí donde se halle, es una amenaza para la Justicia en su conjunto”.