Foto: Andrea Godínez

El año de la huída: Así es Shalom, la colonia más peligrosa de Guatemala

Tres periodistas cuentan la historia de la colonia más peligrosa de Guatemala a la que ni siquiera la policía quiere entrar. Es la historia de las familias que huyeron, del abandono municipal y del fracaso de las estrategias de seguridad. Esta es la segunda de cuatro entregas.
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Este reportaje fue realizado gracias a la iniciativa ¡Exprésate! de la International Women’s Media Foundation.

Shalom es un vecindario de seis cuadras de largo, las calles, y tres cuadras de ancho, las avenidas. Casi toda la colonia está flanqueada por terrenos baldíos, monte y, al fondo, el río Siguacán. Las calles, todas de terracería, son demasiado angostas para que un vehículo pueda dar vuelta en U, especialmente si es para huir de prisa. Es el tipo de colonia a donde nadie va a menos que viva allí. 

Leé la primera parte: Muerte o silencio.

En marzo de 2021, antes de los asesinatos de septiembre, el noticiero Expedientes GT publicó el vídeo de un recorrido, incluyendo vistas aéreas, de una colonia en ruinas, de donde la mayoría de los residentes había huido. “Se han ido porque ellos tienen miedo, o sea que todos tenemos miedo”, admitió una vecina. 

En el último minuto y medio de otro vídeo del noticiero local 9noticias, de marzo de 2020, se puede apreciar cómo era la colonia sólo un año antes—antes del deterioro final. De las tiendas abiertas que se observan, aún tras las rejas de seguridad, solamente quedan cascarones de cemento.

La colonia está en la zona 3 de Tiquisate, el segundo municipio más grande de Escuintla. Está asentada en lo que alguna vez fueron terrenos municipales. En el año 2000, 300 familias invadieron el lugar con champas de láminas y cartón. Eran familias de Tiquisate, y otros municipios de Escuintla, que ya no tenían dinero para pagar alquiler que, en muchos casos, consistía en una habitación para una familia completa. Así lo cuenta una madre soltera, que vivía de una venta de jugos, en una esquina del casco de la ciudad, y que se hizo de uno de los terrenos.

Tres años después de la invasión, la Municipalidad de Tiquisate cedió los terrenos a las familias. Entonces, construyeron las casas de cemento y block, introdujeron agua potable, drenajes y gestionaron la instalación de energía eléctrica. Para 2006, era una colonia formal como cualquier otra de Tiquisate. El deterioro comenzó unos diez años después, un reflejo de cuanto sucedía en ese y otros municipios. 

Foto: Andrea Godínez

En 2016, Escuintla era el tercer departamento del país con más detenidos y más denuncias por extorsión. En 2017, Tiquisate tenía la octava tasa municipal más alta de homicidios en Guatemala. La tarde del 2 de agosto de ese año, Mariela Ramírez de 14 años salió en moto de su casa, en otra colonia de Tiquisate, para completar una tarea escolar, y nunca regresó. Después de tres horas sin saber de ella, su mamá se comenzó a preocupar. Era miércoles, y su hija no acostumbraba a regresar tarde entre semana. 

“Su otra hija le dijo que esperaran al menos hasta las ocho de la noche”, dice la abogada Aurora Pereira, quien lleva varios de los casos de mujeres abusadas sexualmente y/o asesinadas en Tiquisate. Pero la mamá, de apellido Castañeda (la abogada no proporcionó el nombre completo), no se cruzó de brazos. Comenzó a reconstruir el recorrido de su hija, a dónde había ido, con quién había hablado. Así supo que al menos dos personas se la habían llevado a la fuerza del centro de Tiquisate, probablemente, a la colonia Shalom. 

La abogada dice que nadie quiso acompañar a Castañeda hasta la colonia, al menos no inmediatamente. No explica si habló con la policía esa noche, ni por qué las autoridades no habrían actuado de inmediato. De hecho, la Fiscalía Municipal había comenzado a funcionar ese año. Sin embargo, señala que Castañeda no estaba segura si generaron una alerta Alba-Keneth, porque nadie la buscó para corroborar los datos. 

Transcurrieron varios días hasta que Castañeda se armó de valor y fue a Shalom. Primero encontró la moto abandonada en una de las calles de terracería, y un cuchillo a la par. Unas cuadras más adelante, encontró el cuerpo de su hija, semienterrado. Lo identificó por la ropa que llevaba puesta el día que desapareció. El rostro estaba irreconocible por el estado de descomposición. La abogada no ofreció la ubicación exacta, pero la topografía de la colonia, con todo el extremo sureste rodeado por terrenos baldíos, y monte, particularmente en las proximidades del río Siguacán, ofrecía la posibilidad de cometer un crimen sin testigos, a pocos metros del vecindario. 

Castañeda habló con quienes pudo en la colonia. Le dijeron que había ocho jóvenes involucrados en la desaparición y asesinato de su hija, pero no tenía como comprobarlo. Cuando finalmente habló con la fiscalía, relató todo y se sentó a esperar que la buscaran con más avances del caso. Nunca la llamaron y nadie fue detenido, según la abogada.

Foto: Andrea Godínez

En 2018, según la PNC, en Shalom, no había pandillas como Barrio 18 o Mara Salvatrucha (MS-13), aunque algunos jóvenes de la colonia habían comenzado a involucrarse en robos y extorsiones. En noviembre de ese año, la policía capturó a Carlos Cifuentes Castellón de 25 años, y Esvin Carreto Barreno, de 18, que asaltaban a los vecinos en la Calle de las Bordas, una de las únicas dos calles que comunican a Shalom con colonias vecinas. En el lugar, les incautaron una escopeta artesanal (hechiza), una pistola de gas comprimido (aunque una fotografía del decomiso muestra lo que parece un arma de 9 mm), y una bolsa de marihuana. 

En 2019, Tiquisate estaba en el 5% de los municipios en Guatemala (de 340) con más homicidios (43), robos (70),y violaciones denunciadas (4). En febrero de ese año, fue asesinado un candidato para ocupar la alcaldía del municipio y ese mismo año la violencia comenzó a escalar, incluso contra la policía. Dos agentes, que ya no están de servicio en Tiquisate, pero que pidieron no ser identificados, dijeron que durante un patrullaje a pie en Shalom, un grupo de jóvenes los despojó de sus pistolas en pleno día.

En otra ocasión, un agente acabó en el hospital. “Fue tal la tiradera de piedras a unos policías que habían entrado a patrullar, que a uno le abrieron la cabeza, quedó inconsciente, y se lo llevaron a la emergencia del hospital”, dijo una vecina de Shalom que también habla bajo la condición de no identificarla de forma alguna. 

El mismo año, la policía capturó a cinco adolescentes, entre los 17 y 19 años por posesión de marihuana para la venta y posesión ilegal de armas de fuego (la mayoría, hechizas). 

Datos del Ministerio de Gobernación (Mingob) indican que Tiquisate no estaba entre los 25 municipios con más extorsiones en 2019, pero en Escuintla era uno de los municipios con mayor incidencia. Si los casos no destacaban a nivel nacional, era en parte porque, al menos en Shalom, los vecinos tenían miedo de denunciarlos a la policía. Con frecuencia, los victimarios vivían en la colonia y todos se conocían. Así entraron a la pandemia.

Foto: Andrea Godínez

El año del éxodo y la pandemia

La policía dice que los delincuentes en esa colonia no era más que un grupo variopinto de jóvenes que vivían allí, y en otras zonas de Tiquisate. Conforme algunos eran capturados, asesinados, o simplemente desaparecían, el grupo reclutaba a otros. Iba detrás de los más jóvenes. Uno de los pocos contrapesos parecía proveerlo una iglesia evangélica en Shalom.

Lo que terminó de inclinar la balanza fue la pandemia de la Covid-19, cuando más niños y adolescentes dejaron de estudiar. “Algunos padres no lograron que sus hijos siguieran estudiando, o estos perdieron interés en recibir clases a distancia, con las guías impresas de estudio, o en línea, que muchos padres no podían pagar”, dice la misma vecina que habló desde la cafetería. 

“Hay unas señoras que ahora admiten que los hijos se les fueron de las manos, y que ya no los pueden controlar; ellos son los del grupito que causa problemas”, comenta.

El 29 de marzo de 2020, en la Calle de Las Bordas, donde María Castro y su hijo fueron asesinados un año y medio después, la policía capturó a tres sujetos bajo sospecha de ser los sicarios que mataron a un hombre y dejaron gravemente herido a otro en otra zona de Tiquisate unos minutos antes. Era cerca del mediodía y habían huido hacia Shalom. 

Los tres, Alex y José Castañeda, de 18 y 20 años, y un adolescente de 17 años, viajaban en una motocicleta robada el mes anterior. La policía también les incautó una subametralladora. 

Foto: Andrea Godínez

Durante la triple captura, en la que participaron unos 15 policías, y que grabó un noticiero local, una turba rodeó las autopatrullas en las que se llevaron a los detenidos. La mayoría de los agentes sirvió de barrera de contención a un grupo de mujeres que intentaba impedirlo. 

La primera autopatrulla arrancó con uno de los mayores de edad en la palangana, rodeado de agentes. Fuera de cámaras, alguien gritó, “¡Agárrenlo! ¡Agárrenlo!”, cuando una de las mujeres se le había colgado del cuello, en un aparente intento por bajarlo. 

Poco después, arrancó la segunda autopatrulla con el menor de edad, esposado en el asiento trasero, llorando sobre el hombro de un policía. Fuera de cámara, se escucha a una mujer gritarle “¡¿Por qué viniste!? ¡Yo te dije! ¡Yo te dije que no vinieras!”, y segundos después, también fuera de cámara, se oye a otra mujer decir, “Dinero quieren los hijos de puta”, mientras otra le responde, “Sí, pues. ¿Y de dónde?”.

Una vez los demás policías comenzaron a caminar hacia la salida y se habían alejado unos 50 metros de la multitud, la gente (familiares y vecinos) comenzó a lanzarles piedras. Al primer impacto, se observa a los agentes colocar la mano sobre su pistola, pero ninguno desenfunda, mientras procuran caminar sin dar la espalda a la turba y esquivando las piedras. Uno llevaba en la mano una bomba lacrimógena que ya no lanzó.

El mes siguiente, en abril, la policía también capturó en Shalom, a Axel Juárez, de 26 años y a un adolescente de 17 años después de incautarles ocho bolsas de marihuana que ofrecían a otros menores de edad. Estos eran parte de los problemas que, según la vecinacausaba el grupito, y que incluían extorsiones residenciales rara vez reportadas. 

La Encuesta Nacional de Percepción de Seguridad Pública y Victimización (Enpevi) de 2018 indicó que el 65% de las víctimas no denuncian las extorsiones y que la mayoría era extorsionada en su casa. 

El impacto económico de la pandemia en 2020 agudizó la situación en Shalom, porque mucha gente que acabó desempleada o con un menor salario, ya no podía pagar las extorsiones. Este era el escenario cuando ocurrió un crimen parteaguas.

Este lunes 24 de enero la siguiente entrega: "El asesinato que provocó un éxodo".

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