La policía no genera datos de homicidios por colonias, aunque Tiquisate, con 30,000 habitantes, es uno de los municipios más violentos del país. En junio de 2021, tenía la tasa más alta de homicidios, con 110.4, según datos de la PNC tabulados por Diálogos, y se mantuvo como la más alta para diciembre con 94.27. Es decir, tiene menos del 1% de la población de Ciudad de Guatemala, el municipio más poblado del país, pero una tasa de homicidios casi tres veces mayor (la tasa capitalina era 34.9 en julio).
Para el 31 de agosto, sólo cuatro días antes del doble crimen de María Castro y su hijo, el municipio registró el mayor número de homicidios en Escuintla, aunque la tasa municipal de homicidios de mujeres había bajado del tercer al octavo lugar a nivel nacional, desde enero.
Para octubre de 2021, la unidad contra las extorsiones de la PNC, Dipanda, señaló que el número de extorsiones en ese municipio también era bajo y no recibían denuncias de Shalom. Sin embargo, Dipanda de Escuintla sólo tiene un vehículo para hacer operativos en todo el departamento. explica por qué entre 2019 y 2020 en todo Tiquisate no hubo capturas por extorsión, según datos del Mingob. El año pasado hubo dos no vinculadas con Shalom.
“La colonia ahora está tranquila porque el grupito ya se movió a operar en otra colonia”, dice E., un policía de la subestación en Tiquisate.
“Esos así hacen, se van moviendo de una colonia a otra”. Un investigador de Dipanda también asegura que la criminalidad en Shalom bajó entre julio y septiembre. Ambos lo dicen apenas siete semanas después del asesinato de María Castro y su hijo Calín, y del hallazgo del cadáver en el pozo.
E., durante la noche del 26 de octubre pasado, acompañó junto a otros diez policías, y dos autopatrullas, a los tres autores de esta nota durante un recorrido nocturno en Shalom.
E. aclara que no entran a la colonia a menos que sea en estas circunstancias. “Sólo los pendejos entran solos de noche aquí”, admite, mientras camina sobre la calle de terracería, iluminado por las luces de las autopatrullas y el alumbrado público. Los otros policías siguen el paso, a no más de un metro de distancia.
La tranquilidad de la que habla en Shalom no ha bastado para que los policías que patrullan el sector de día avancen más allá de la entrada de la colonia, en la 1a. avenida y 1a. calle, una intersección que está a una cuadra de dónde encontraron el cadáver en el pozo en septiembre, y a pocos pasos de la transitada y principal calzada de Tiquisate. En ese lugar, los policías ven pasar a peatones y pocos vehículos o motos, sin despegar la espalda de la pared.
La vecina dice, en una conversación casi a susurros en la cafetería, que los jóvenes que asesinan y extorsionan todavía están en Shalom, que no salen porque tienen órdenes de captura y creen que allí corren menos riesgo de ser capturados. “Como no salen, cuando ven que uno va para el centro, se acercan a pedirle que les compre unas piezas de pollo, papas fritas, pan, cosas así”, relata. No entregan ningún dinero, claro. Es otra forma de extorsión. Los vecinos asumen que están armados. Quienes no tienen dinero para comprarles comida, tratan de esquivarlos.
En 2021, no hubo capturas en Shalom como en años anteriores, pese a que en julio el gobierno implementó el Plan 59-2021 en siete departamentos, incluido Escuintla, según el vocero del Mingob, Pablo Castillo.
El plan comenzó cuando Tiquisate registró la tasa de homicidios más alta del país. Implicó una presencia policial más frecuente y voluminosa en Shalom, como en el resto del municipio, con más policías y más vehículos trasladados durante seis meses desde municipios con índices bajos de delincuencia.
El contraste con los recursos ordinarios del municipio es alto. Aunque en operativos policiales utilizan patrullas y personal de municipios vecinos, la subestación de la PNC, que está a 20 cuadras de la colonia, sólo tiene una autopatrulla y siete motocicletas para 40 policías por turno. El resto patrulla a pie, incluyendo los agentes que permanecen en la entrada de Shalom. E. dijo que, en esas circunstancias, es poco lo que pueden hacer. “Una vez vimos a dos jóvenes que iban en moto y cargaban pistolas. Mejor sólo los vimos pasar”, admite. “¿A qué hora los íbamos a alcanzar a pie?”.
Sin embargo, el incremento de la seguridad con el Plan 59 no impidió crímenes como los de María Castro y su hijo, ni el del caso del pozo, que sucedieron cuando el plan tenía tres meses de funcionar. Ese mes, septiembre de 2021, la cifra de homicidios subió al nivel de 2016.. Una posible razón podría estar en la Fiscalía Municipal, que funciona con la mitad del personal que debería tener, según una investigadora, que también exige no ser citada.
No revela el número del personal pero admite que cada fiscal lleva cerca de 1,500 casos. Esta carga de trabajo quizá explica por qué los familiares de algunas víctimas nunca son contactados de nuevo por la fiscalía después de que presentan una denuncia.
En enero 2021, durante un operativo combinado entre el Ministerio Público y la PNC, que incluyó allanamientos en Tiquisate y otros municipios, un fiscal en Escuintla, Víctor Boror, explicó que se investigaban 37 muertes violentas que databan desde 2007, y para las cuales todavía no se habían girado órdenes de captura.
Otros capturados
En septiembre de 2021, aun con el Plan 59 en curso, un médico del Hospital de Tiquisate dijo algo, a cambio de omitir su nombre, y cualquier detalle que lo identificara. En el anonimato de su oficina, a puerta cerrada, susurró que en Tiquisate era vox populi que Shalom era “el” lugar para contratar un sicario. Para entonces, la PNC no contabilizaba ningún capturado por homicidio en el municipio ese año.
De 2020 para atrás, los capturados por cualquier caso tienen un perfil multidelictivo: sicariato, narcomenudeo, portación ilegal de armas, pero nada que se pueda vincular con un grupo criminal reconocido. El jefe de la Fiscalía de Narcoactividad, Gerson Alegría, afirma que tampoco hay una vinculación con el narcotráfico, como en otros municipios de Escuintla.
En algunas casas abandonadas de Shalom se observa grafiti con las siglas MS-13 o de Barrio 18 que parecen reciente aunque, según la oficina de Dipanda en Escuintla, no hay indicios de que estas pandillas tengan una sucursal en Shalom. Un investigador en esta oficina que tampoco quiere ser identificado, lo atribuye a un intento de los delincuentes locales para hacerse pasar por pandilleros y generar más miedo.
Los registros policiales indican que la última captura por homicidio en Tiquisate ocurrió en 2020. El 15 de diciembre de ese año, la policía capturó a Gelmo Adonay Soto Samolo, alias “El Adonay”, de 18 años, por portación ilegal de un arma de fuego, en la zona 1 del municipio. Dos meses después, el 8 de febrero, ya estaba libre porque la policía lo capturó de nuevo en otra zona de Tiquisate. Esta vez, cuando intentaba disparar contra un comerciante. Una nota de prensa señala que la captura de diciembre también obedecía a un ataque armado.
Sin embargo, El Adonay salió libre por segunda vez. En marzo, lo entrevistaba Expedientes GT, apenas unas semanas antes de su siguiente captura, el 1 de mayo de 2021, cuando la policía volvía a reportar su detención. Esta vez, en Shalom y por tener una orden de captura por asesinato y robo a residencias. Fue enviado a la Granja Penal Canadá. Poco más de tres semanas después, las autoridades penitenciarias lo encontraron muerto. Otros reportes de prensa indican que fue ahorcado.
Un mes después, en junio, Tiquisate tenía la tasa municipal de homicidios más alta del país. Para septiembre, ocurrían los tres asesinatos: María Castro y su hijo, y el caso del pozo. La captura, y recapturas de El Adonay nada cambiaron. Para diciembre, el municipio mantenía la tasa de homicidios más alta del país, mientras la tasa nacional promedio es de 16.6.
Esperanza a prueba
Entre los fundadores de Shalom, algunas familias sirven como ancla a las demás. Una de ellas está en pleno, sentada en sillas de plástico frente a una frágil baranda de madera, sobre la calle de terracería. Está el patriarca sesentón, su esposa y su hija de 24 años, que tenía tres cuando llegaron a la colonia, y que ahora tiene tres hijos. Tienen un fogón a la par, para espantar a los zancudos con el humo. En su casa, todavía hecha de láminas y madera, se encierra demasiado el calor en esa noche de septiembre.
Esa casa y el terreno son lo único que tienen después que uno de sus hijos les robó lo poco que tenían de valor para comprar drogas. Es el mismo hijo por el cual la policía llegó un día a catear la propiedad. Este padre y abuelo, de rostro moreno y surcado de arrugas, se encogió de hombros y dejó pasar a los uniformados. Tampoco había mayor cosa que revisar.
“Nosotros, hasta dejamos la casa sin candado cuando vamos a la iglesia afuera de Shalom los domingos”, dice la hija, en esta colonia donde el robo a casas es habitual.
La casa está situada a casi dos cuadras de donde ocurrió el doble asesinato de septiembre, pero todos en esta familia hablan de una vida sin miedo. El padre recuerda sus días en el ejército, durante el conflicto armado interno. Dice que no se asusta fácil, y se aferra a la esperanza de que la colonia regresará a ser lo que fue.
Su esposa y su hija lo observan hablar, se observan entre sí y se sonríen. Al parecer, ya le han escuchado decir esto antes. Y entonces resisten por inercia, siguiendo al jefe de familia y, según afirman, frenando otra desbandada de vecinos en esa cuadra.
“Yo tampoco pierdo las esperanzas”, dice la vecina anónima mientras se abanica con una toalla con la que hace poco se secaba el sudor. Para ella, una buena señal es que una tienda nueva abrió el año pasado, cuando la tendencia había sido cerrar. Mientras tanto, la casa de María Castro y su hijo sigue abandonada, y la silla donde se sentaba a recibir el sol y el fresco de la noche permanece erguida, en medio del monte donde alguna vez hubo un jardín.
Leé las primeras tres entregas: 1) Muerte o silencio. 2) El año de la huída 3) El asesinato que provocó un éxodo