Ilustración: Eduardo Rodríguez

El engaño de la mentalidad de tiburón

Ya no tengo más ganas de ser pobre, me aburrí y me cansé de serlo. Voy a leerme uno de esos libros o acudir a una de esas conferencias para cambiar mi mentalidad y hacerme millonario. Obvio que deben de ser ciertas todas esas cosas que dicen porque el mundo está lleno de personas millonarias, ricas y poderosas, que en un principio fueron pobres. Como Steve Jobs que en el garaje de la casa empezó el imperio de Apple, o el sudafricano Elon Musk que, con mucho esfuerzo siendo migrante en Estados Unidos, logró crear sus empresas multimillonarias.
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Dejemos el sarcasmo. Hablando coherentemente, no podemos compararnos con este tipo de personajes porque no estamos partiendo en igualdad de condiciones que ellos. Por ejemplo, en el caso de Steve Jobs, es muy poca la cantidad de personas que tan siquiera tienen acceso a iniciar una carrera universitaria, mucho menos a recibir el apoyo familiar para iniciar una empresa en el garage.

A Elon Musk nos lo venden como el emprendedor ejemplar pero no nos dicen que sus padres eran dueños de minerías de esmeraldas en Sudáfrica y que jamás pasó por situación de pobreza.

Lo realmente paradójico en este tipo de literatura o cursos es que estafan lisa y llanamente a personas en situación de vulnerabilidad, angustia y necesidad. 

La estafa es que son textos o cursos que reproducen la lógica del abuso. Es decir, la víctima (la persona en situación de pobreza), es culpable de su situación. Te hacen creer que la pobreza o falta de acceso económico, tiene que ver con una cuestión de “mentalidad”, como si fuéramos nosotros los dañados y a la vez los culpables o responsables de nuestra situación económica.

Con esto no solo hacen culpable a la persona en situación de pobreza (de la misma forma que el abusador, siempre hace culpable a la víctima del abuso) sino que terminan invisibilizando cualquier clase de análisis que incluya variables estructurales como la desigualdad social o la brecha de género en el campo laboral.

Esta clase de literatura o talleres son solamente la expresión superficial de algo mucho más profundo. Es lo que Walter Benjamin llamó “el capitalismo como religión”, porque son todos los discursos que ayudan a justificar nuestro sistema actual y sus grandes injusticias.

La realidad del emprendedor promedio es muy dura y cruel. Normalmente sólo el 10% de los emprendedores logra mantener a flote su negocio en los primeros 2 años y, de ese 10%, solo el 30% se convierte en un caso de éxito económico.

Debemos tener cuidado con el valor de culto que depositamos en los objetos de consumo. El dinero es necesario para poder existir y no debemos de pelearnos con la idea de tener dinero, pero debemos recordar que no hay soluciones sencillas a problemas complejos. 

Si los libros o conferencias tuvieran un título crudo y real sería algo como: 

“No te garantizamos nada: Una guía sobre cómo trabajar duro no te asegura que tendrás una vida más digna”.

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