La ciudad que nos consume

El sol no ha atravesado el horizonte aún y las calles de la ciudad de Guatemala empiezan a llenarse: gente con ropa de trabajo, adolescentes en uniforme y niños y niñas abrigadas saliendo de sus casas para empezar un nuevo día. Parece que la vida en esta ciudad se puede vivir solamente si estamos corriendo, y es que se sale temprano para evitar las colas, los buses llenos y el tráfico.
Foto: Pia Flores

El sol empieza a salir, las calles se llenan de carros y los buses se llenan de personas. Es temprano y los policías municipales aparecen, ya hay conos en el asfalto y paradas de buses abarrotadas de personas preocupadas por la angustia diaria de no poder llegar a tiempo. Mientras pasa esta ciudad en movimiento, pasan muchas otras, como una donde el día empieza aún más temprano porque solo hay agua de madrugada.

Pasa también la mañana de un alcalde que trabaja a espaldas de la transparencia, que tiene una vida de lujos y está cumpliendo la tradición familiar de seguir acomodando a las generaciones venideras a través de posiciones con salarios ostentosos en la municipalidad de la ciudad. Pasa la mañana de uno de los presidentes mejor pagados de Latinoamérica, con una rutina llena de privilegios en los que incluye tener carros blindados y motos con personal a su servicio para abrirle el camino por la ciudad, no importando si las personas que rodean ese camino llevan horas en el tráfico o van tarde a su destino. Y pasa también la mañana de una Fiscal General que se robó la esperanza del país durante cuatro años más.

La voracidad de esta ciudad nos consume. Moverse de un lado a otro rápida y dignamente parece una misión imposible y las autoridades nos siguen diciendo que la responsabilidad es individual. Dice el presidente que no puede obligar a las personas a ponerse mascarilla o vacunarse, sin embargo, nos impone creencias en sus discursos mientras el Estado es supuestamente laico. Dice que la responsabilidad es nuestra, cuando el responsable porque perdimos millones en vacunas fue él y su mediocre gestión. La democracia pareciera irse de nuestras manos como el agua, pero hasta esa analogía parece egoísta en una ciudad donde hay tanta gente batallando por tener agua. 

La apuesta es un horizonte donde el sol salga y no tengamos que batallar por sobrevivir un día más en esta ciudad, o al menos, no tengamos que hacerlo solas ni solos. Merecemos una ciudad que no nos consuma y que nos permita tener tiempo para hacer comunidad, conocernos y reconocernos para sentirnos parte, una que funcione para nosotras y no a costa de nosotras. 

Vivimos en una ciudad que nos obliga a estar alerta todo el tiempo, una donde el disfrute parece rebeldía y seguir las noticias es un trabajo que demanda horas extra de nuestra energía. ¿De dónde  sacamos la energía para responderles cuando nos han quitado la salud, la educación, el agua, la justicia y nuestro tiempo? Mi apuesta es que la sacamos de las personas que nos rodean, de las amigas con quienes nos atrevemos a hablar de nuestros sueños, la sacamos de las pocas diputadas que se atreven a usar el micrófono para nombrar el saqueo y el racismo. Y es que los vínculos que formamos y las historias que contamos nos hacen ser quienes somos. Porque nos quitan todo, pero nos tenemos a nosotras. 

El sol no ha atravesado el horizonte, y las calles de Guatemala empiezan a llenarse, solo espero que, en vez de urgencia y tráfico, se llenen de esperanza y comunidades que podamos habitar con libertad la ciudad que nos pertenece.

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  1. Te felicito por la claridad de tu lenguaje y tu mensaje, te agradezco por darnos la esperanza de una Guatemala equitativa, incluyente, próspera y honrada (sin corrupción). Te doy mi energía para que sigas adelante y mi protección y todo mi amor.

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