Hacer política es una actitud de vida

Habitar Guatemala es una constante resistencia. Es ser conscientes de que vivimos en un país que no termina de ser, donde se han cimentado las bases de un Estado al servicio de una cúpula que gobierna a la sombra de la impunidad. Un país donde no hace falta dinero, aparece por millones en maletas o se pierde en vacunas sin utilizar. Un país que sigue obligando al exilio a quienes defienden la verdad y la justicia, que criminaliza a defensores de la vida, el territorio, a las juventudes, a las mujeres, a las disidencias.
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¿Cómo se sostienen las ganas de seguir frente al cinismo? ¿Cómo se sueña algo distinto?

A veces no tengo la respuesta a estas preguntas, pero sí algo tengo claro es que no debemos desistir. El accionar político no es un asunto de un día o una temporada, es una actitud de vida. Es una defensa constante del bien común, de la verdad ante la hipocresía, de la vida ante el odio.

Hacer política es volver a creer en una misma, en la gente, en nuestras voces y nuestra capacidad de transformar la realidad. No somos pocos, somos muchas y muchos, separados por fronteras que este mismo sistema ha cimentado para que no dialoguemos ni construyamos puentes de organización.

Después de ocupar cargos de representación estudiantil en la Universidad y de trabajar en organizaciones de sociedad civil, me he preguntado ¿qué sigue? ¿dónde quiero seguir cultivando la esperanza por un cambio? Conocer al Instituto 25A y ser parte de la Asamblea, ha sido reencontrarme con personas que tienen un ideal similar, que desde los pequeños espacios anhelamos seguir abriendo grietas al sistema, construir puentes, escucharnos, comprendernos, organizarnos.

Porque ese sentido de comunidad, de reconocernos en los otros y atrevernos a mirar lo cotidiano como trascendente es lo que nos han querido arrebatar. Y no debemos ceder nuestro poder a la indiferencia, no debemos conformarnos con ser espectadores ni aceptar la sentencia de ser gobernados por criminales. Somos sujetos, tenemos una voz y merecemos vivir en condiciones dignas.

Quiero creer que entre tanto dolor y desasosiego, nuestra convicción por construir algo diferente es más fuerte. Y no empezaremos desde cero, traemos un legado de resistencias de nuestros ancestros y ancestras. Cada generación traerá lo suyo, quizá veamos algunos frutos, quizá lo vean otras generaciones pero no nos quedaremos con la intención de haber hecho algo, porque el presente nos convoca a actuar. Y no solo ahora, de forma constante, porque eso es la política: una actitud de vida.

La realidad arde frente a nuestros ojos,
a la verdad y a la justicia les han robado su significado
pero…
escucho a los pájaros,
no dejan de cantar
¿serán sus voces
una prolongación milenaria de amor por la vida?
¿una vocación de generación tras generación?
Quiero creer que sí
y a la poesía de los pájaros me aferro
y a sus voces inclaudicables
que sostienen los pliegues del día y la noche.

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