El alcalde que quiere ver el caos desde el aire

Ilustración: Herbert Woltke

“Este es un momento perfecto para renovar nuestra esperanza y compromiso porque la ciudad tenga mejores servicios; para que sea un mejor lugar para vivir, un mejor espacio para trabajar, una ciudad limpia y verde, y donde, sobre todo, la persona y la familia importan,” nos decía con una sonrisa oculta bajo la mascarilla el alcalde Ricardo Quiñonez, quien en bicicleta recorría los alrededores del Centro Cívico, en lo que parecía su primer día laboral del año.

Muy bonitos sus deseos y todo, pero la realidad es que no se ve por dónde la ciudad de Guatemala vaya encaminándose a ser un mejor sitio. Al contrario, cada vez es más caótica, violenta y convulsa. Quienes viven o trabajan en ella no les queda más que abrazar ese caos y buscarle el lado positivo -si es que lo tiene-, para no perderse en la demencia colectiva.

Hablar de calidad de vida es referirse al conjunto de condiciones que contribuyen a hacer agradable y valiosa la existencia, y al grado de tranquilidad, felicidad o satisfacción disfrutado por una persona en los dominios donde desarrolla su cotidianeidad. Y aunque el bienestar puede ser subjetivo, el entorno influye inevitablemente en el ánimo positivo o negativo del individuo: en su salud emocional, pues.

Existen ciudades, capitales de países, que parecen pueblitos: sin centros comerciales, sin cadenas multinacionales de restaurantes y pasos a desnivel. Donde el transporte público es sencillo y no ofrece nada extraordinario. Sin embargo, disfrutan de un entorno tranquilo, armónico y pacífico. Y eso, ciudad de Guatemala no lo tiene.

Cuando le conté a un amigo que iba a darme la vuelta por la capital de Belice, durante el viaje que realicé en año nuevo, me dijo que lo que iba a encontrar era algo parecido a Puerto Barrios. Con tal analogía sentí que me quería desmotivar a pasar por ahí, que no me iba a gustar, y que lo que iba a encontrar era algo muy lejano a un lugar cosmopolita. Vamos, como si eso fuera un aliciente para mí.

En efecto, es una ciudad sencilla, pequeña y acogedora; con áreas donde prevalece una arquitectura victoriana agradable y bien conservada. Tranquila y ordenada, al menos mucho más que ciudad de Guatemala. Se percibe una sensación de seguridad, que se refleja en la gente caminando por las calles sin ningún miedo a ser asaltada o violentada. No hay tráfico ni caos.

Y aunque está claro que en este tema inciden múltiples factores, lo cierto es que acá nos hemos acostumbrado tanto al desorden y desquicio urbano, que se nos ha olvidado lo que verdaderamente significa vivir. Nos hemos enfocado demasiado en el bien-tener y se nos olvidó el bienestar.

Guatemala es una acumuladora de pasos a desnivel infuncionales, basura, cables, centros comerciales, tráfico y agentes municipales abusivos. A las medidas inútiles que ha impulsado la administración Unionista en 30 años, ahora se suma un “aerómetro”, que en nada ayudará a enfrentar estructuralmente el problema de la congestión vial.

El rumbo del desarrollo urbano en la ciudad apunta cada vez en dirección totalmente opuesta a las visiones modernas, donde prevalece el impulso de espacios peatonales, el uso de tecnologías limpias, ciclovías y la estricta conservación de entornos naturales. Aquí, en cambio, nos quieren hacer creer que entre más construcciones de cemento y acero se sigan autorizando, más moderno será nuestro entorno y mayor calidad de vida recibiremos.

La verdad es que esa capital gris, caótica, mugrienta, violenta y afeada por tantas tragedias naturales y la falta de visión de sus últimos alcaldes, está lejos de ser un lugar en donde se respire algo de paz, bienestar, tranquilidad y desarrollo.

Si, por ejemplo, finalmente se hubiera buscado atender el mal manejo de desechos sólidos en el relleno sanitario y toda la contaminación que desde ahí se produce, tendríamos entonces motivos para entusiasmarnos con las palabras bonachonas del alcalde. Sabríamos en verdad que “la familia importa”.

Pero no: se está priorizando otra obra millonaria inútil, que solo servirá para que las autoridades ediles observen en su inauguración, el caos cotidiano que no han querido enfrentar de manera responsable, solo que esta vez, desde el aire.

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1 comentario
  1. Buen articulo, aunque creo que solo muestras el pico del iceberg. Seria muy extenso mencionar todos nuestros fracasos. Pero, estoy de acuerdo contigo, el peor fracaso, el que mas pesa, es el derivado de nuestros malos y corruptos dirigentes en las municipalidades que ocupa la ciudad de Guatemala.

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