Entre muchos comentarios escuché: “Con lo que ganamos con mi esposo, estamos bien; será de comprar otro tambo de gas y en el súper otras cosas más para tener reserva por cualquier cosa, porque al final sálvese quien pueda, muchá”.
Al escuchar esto me transporté a mi niñez, donde siempre vi a mis padres trabajar duro y estirar cada centavo para llegar a fin de mes. Y si en nuestro país ocurría algún evento natural o social catastrófico que hiciera desestabilizar la economía, era necesario adaptarse para sobrevivir. En la propaganda de cada gobierno, ya sea en televisión o en radio, siempre se mostraba el sufrimiento que cualquier evento provocaba y lo que el gobierno hacía para ayudar a la población. Pero, a pesar de eso, siempre se escuchaban las frases “aquí la ayuda no viene”, “esos ayudan, pero cuánto se roban”, “el Presidente como gana bien, que pena”, “la política es shuca, porque se aprovechan del sufrimiento de las personas”.
Al ir creciendo junto al estilo de vida que mi familia podía costear, hablar de política era un tema poco agradable, ya que tenía muchas opiniones negativas y sobre todo, basadas en información que escuchaba de vecinos, de periodistas en la televisión y de conjeturas que cada persona hacía. Esto daba como resultado una apatía hacia todo el ámbito político, considerando que el pueblo y el gobierno eran dos mundos independientes.
Lastimosamente, esta forma de pensamiento no está muy alejada de la mayor parte de las personas con las que me relaciono. Esto ha llevado a que la participación en cualquier evento político sea nula y prefiramos adaptarnos a cualquier cambio que sea necesario para sobrevivir.
Entrar al Instituto 25A fue como empezar a quitarme la venda de los ojos, ya que su frase insignia “Lo cotidiano es político” derrumba esa independencia entre población y gobierno que nos hacía ignorar, callar y no intervenir en la lucha que tanto personas individuales como organizaciones han hecho; y, a la vez, nos recuerda que personas comunes y corrientes tenemos voz, compartimos sueños, anhelos y que en nuestra diversidad cultural buscamos el mismo fin: una Ciudad con condiciones justas para todas las personas.
El camino hacia el cambio de pensamiento y acción que se busca en el Instituto 25A es retador, especialmente por todos los acontecimientos políticos que desde antes de la pandemia han surgido y porque cada vez más, vemos cómo la corrupción se apodera de nuestro país. Pero como dicen, “Roma no se construyó en un día” y media vez existan personas y organizaciones dispuestas a escuchar, analizar y a compartir todas esas historias que nos hacen país, podremos ver una luz al final del túnel.
Qué linda columna, Edgar. Es un gusto leerle y trabajar con usted. Gracias por su compañía y sus palabras