Con arma en mano aparece un agente de la extinta Policía Judicial que durante los ochentas persiguió y desapareció a opositores políticos.

Cuando despertamos los criminales seguían allí

Cuando era niña, aproximadamente en 1986, solíamos ir de paseo con mi familia a Los Aposentos, en Chimaltenango. Recuerdo que aún estaba el Conflicto Armado y que los miembros del ejército bajaban del autobús a los hombres y niños para revisarlos mientras las mujeres y niñas esperábamos arriba.
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A mi corta edad solo deseaba que no se llevaran a mi papá y hermano, pues pensaba: “solo vamos de paseo y ellos no han hecho nada malo. ¿Por qué los bajan? ¿Qué es lo que quieren?”.

Ahora, en 2022, ha llegado a mi ese mismo cuestionamiento. He trabajado en defender los derechos humanos, en luchar contra la corrupción y sobre todo, defendiendo a mujeres y niñas que han sido vulneradas. No he hecho nada malo y sin embargo siguen queriendo “bajarme del bus”.

He sido criminalizada. Constantemente recibo ataques en redes sociales con expresiones misóginas y amenazas de una muerte “civil” .

Por muchos años junto a CICIG y FECI se articularon varios esfuerzos de sociedad civil para intentar cambiar Guatemala. El mayor objetivo era que esos “poderes fácticos”, que aun están incrustados en el sistema y que se niegan a dejarlo, fueran mostrados y llevados frente a la justicia.

¿Por qué nos criminalizan? La única respuesta que ahora sí tengo es que esos grupúsculos de “poder” siguen molestos porque los pusimos en evidencia. Expusimos sus rostros como responsables de los problemas del país y eso no nos lo perdonan.

Quienes en los ochentas vigilaron y atacaron a quienes buscaban cambiar el país, ahora pretenden hacer lo mismo solo que de una forma más esmerada.

Sus métodos han cambiado. Ahora ya no nos bajan del autobús pero están utilizando todo un aparato con financiamiento fuerte para desprestigiar y estigmatizar a quienes han señalado las deficiencias, la corrupción y la impunidad. Primero nos atacan en redes, luego en tribunales.

Por eso recuerdo lo que hace años me sucedió en el viaje hacia Los Aposentos. Nos quieren bajar del bus porque no quieren que avancemos, porque las críticas les molestan, porque quieren que el Estado siga siendo deficiente.

Hoy, en 2022, me pregunto: ¿Hasta cuándo seguirán criminalizando a cualquiera que alce su voz? ¿Hasta cuándo perseguirán a mujeres que denuncian violencia y a niñas sobrevivientes de trata de personas? ¿Hasta cuándo seguirán ensañados contra quienes promueven y defienden derechos humanos?

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