Arte para sanar y transformar: La historia de Urban HeArt

En Guatemala, tener el camino cuesta arriba es el común denominador de las mayorías. Este país, que alimenta y normaliza las desigualdades, impone a la ciudadanía menos favorecida, además, el desafío de enfrentar la exclusión, la indiferencia y los prejuicios para lograr salir adelante.
Foto: Fernando Barillas

Tal es el caso de un grupo de jóvenes de Vista Hermosa, una zona marginal de Jocotenango, Sacatepéquez. El lugar es conocido también como “El Papelillo”, llamado así por los innumerables desechos de papel que salen volando con el viento, provenientes del relleno sanitario que se ubica contiguo a dicho asentamiento.

Nacer o vivir ahí representa, en sí, un estigma para sus pobladores frente al resto de vecinos del municipio. Los ven con desdén, desprecio y cierto temor. Estos jóvenes, hombres en su mayoría, han enfrentado las consecuencias de provenir de hogares desintegrados, padres ausentes y la falta de oportunidades en educación, empleo y recreación.

Crecieron a su suerte, formando su carácter y perspectivas de vida en la calle. Ahí quedaron vulnerables a infinidad de influencias. Como consecuencia, muchos de ellos se perdieron en las drogas, las pandillas y la delincuencia; otros en cambio, alimentaron inevitablemente sentimientos de odio y animadversión hacia la sociedad que, no obstante, han logrado transmutar en la energía que hoy los inspira a hacer lo que más les apasiona: el arte urbano.

Gracias al programa Escuelas Abiertas, en el gobierno de Álvaro Colom, estos jóvenes tuvieron su primer acercamiento con muchos conocimientos distantes a su entorno. Unos se inclinaron por las artes plásticas, otros por el baile. Así, empezaron a desenvolverse en esas áreas, fundamentalmente de manera autodidacta.

Años más tarde, la organización Lead-Up International reconoció su potencial. Empezó a acompañarlos para ayudarles a atender sus heridas emocionales y visibilizar su talento. A partir de ello, estos jóvenes pudieron explotar y mejorar sus técnicas artísticas urbanas. El break dance y el muralismo fueron las disciplinas que mayor impacto tuvieron en ellos, y vaya si son buenos.

Atrás de las gorras con visera plana, ropa holgada, tatuajes y aretes, se esconde un enorme talento y sensibilidad. Tremendas obras de arte han emergido en las paredes del asentamiento que es su hogar, en donde también han sido plasmadas creaciones de importantes grafiteros reconocidos del género urbano. Asimismo, quienes practican este baile originario del Bronx y que ahora es reconocido como deporte olímpico, han sido cuatro veces campeones centroamericanos. Su sueño es participar en los juegos olímpicos de París 2024.

Hoy, el colectivo Urban HeArt (@urbanheartguate) es una iniciativa que busca utilizar y fortalecer el arte como herramienta de transformación social. De ser unos jóvenes sin esperanza, en la actualidad son artistas y activistas de la cultura de la no violencia, y no solo pretenden lograr su desarrollo personal, sino la transformación de su comunidad.

Los muchachos que decidieron dedicarse al muralismo han recibido el acompañamiento de Chota 13 (@chota_13), un reconocido artista colombiano que, con su arte, ha contribuido a convertir el espacio público de una de las comunas más excluidas de Medellín, en un referente turístico de la ciudad.

Con este artista han intercambiado ideas y visiones. Siguiendo este modelo, han diseñado un recorrido comunitario sostenible a través del cual comparten sus historias, creaciones y espacios con quienes quieran conocerlos. Durante el trayecto, los jóvenes son los guías comunitarios que actúan como puente entre los miembros de la comunidad y los visitantes, mostrando diversas formas de arte urbano e historias de vida en cada parada. Parte de los recursos que reciben se destinan a mejorar las condiciones de vida y el ornato del lugar.

Es un esfuerzo incipiente, pero con un gran potencial. Un proyecto que, con una visión de mediano y largo plazo, puede convertirse en un eficiente modelo de inclusión y desarrollo para las zonas más invisibilizadas. Constituye, a la vez, una oportunidad de tener un acercamiento con la desigualdad de este país, y donde, sin embargo, se cuela una luz de esperanza.

Ciertamente no es Cayalá, y afortunadamente no pretenden serlo. Cayalá tampoco es Guatemala.

Visitar El Papelillo es una posibilidad de atreverse a sensibilizarse, romper prejuicios y entender que, a veces, basta con tender la mano y ver con ojos de empatía a quienes, sistemáticamente, resultan ser los últimos de la fila.

Si queremos resultados diferentes, hagamos las cosas distinto. Los muchachos de Urban HeArt lo están intentando. Ojalá nos atrevamos a voltearlos a ver.

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