Víctor Abel y su encuentro con la sagrada diversidad

Víctor pensó que su llamado en la vida era el sacerdocio, pero después de reconocerse como un hombre gay, construyó su propia filosofía de vida a la que llama la “Sagrada Diversidad”.

Era junio de 2017 y la marcha por el Orgullo atravesaba el Centro Histórico de Guatemala. Víctor estaba sentado en el asiento del acompañante esperando a cruzar la Sexta Avenida, cuando el conductor exclamó: “Ahí va la marcha de los huequitos”. 

Hacía afuera, Víctor no tenía por qué sentirse aludido porque frente al mundo era un hombre heterosexual más. Pero sí le afectó. Escuchar el comentario despectivo le hizo cuestionar el silencio que lo había acompañado toda la vida. Tanto, que al día siguiente decidió enfrentar a sus padres y compartirles que era homosexual. 

“Sentí que me quité una carga de encima, por fin sentí que no tenía que fingir ser heterosexual”, recuerda sonriendo.

Víctor es de estatura media. Pareciera ser tímido pero su sonrisa delata una persona abierta. En 2019 fue la primera vez que participó en la marcha por el Orgullo, no como alguien externo que guardaba silencio, sino como alguien que también celebraba su identidad. 

Esa fue la primera vez que posó frente a la cámara con el cartel que decía: “Sagrada Diversidad”. Aquel día el cielo le dio un arcoiris como fondo.

Un camino difícil

Hay dos momentos fuertes que son un parte aguas en la vida de Victor Abel Rojas. El primero fue el asesinato de su abuela cuando él tenía 14 años. Los detalles de su muerte son muy crudos y lo dejaron pensando en qué podía hacer de su vida para cambiar a una sociedad tan violenta como la guatemalteca.

Creció en una familia muy católica y por eso no dudó en tomar el camino del sacerdocio. Pensó que esto no solo lo ayudaría a procesar el dolor por la muerte de su abuela, sino también a evitar la atracción que sentía hacia los hombres. A los 19 años se integró a la Orden de Predicadores, más conocida como los dominicos. 

Vivió su adolescencia convencido de que era un pecado que le gustaran las personas de su mismo sexo. Forzosamente se unía a las conversaciones de sus amigos cuando hablaban de mujeres y luchaba para inhibir y disimular su orientación sexual. Quería evitar que los demás se dieran cuenta y que lo juzgaran como un pecador.

Con los domínicos, viajó a Costa Rica, Perú y El Salvador donde empezó a estudiar filosofía y teología. Aquí se topó con el segundo momento que le marcó la vida. Un sacerdote se aprovechó de la confianza de Víctor y la relación desigual de poder, para acosar al seminarista.

“Me di cuenta que sí era homosexual, que sí era gay, pero lamentablemente lo descubrí bajo el acompañamiento de un sacerdote que se aprovechó de esa intimidad”.

Estaba cerca de terminar sus estudios para ser sacerdote cuando se enteró que un seminarista en El Salvador puso una denuncia por acoso en contra del hombre que también se aprovechó de él. 

Este padre, cuyo nombre prefiere no decir, logró aislarlo de sus amigos y manipularlo emocional y psicológicamente. 

Los directivos de la Orden de Predicadores lo llamaron para declarar. Su testimonio sirvió para que el sacerdote fuera expulsado de la Iglesia, aunque años después fue contratado como maestro en un colegio católico de Costa Rica. 

La divina revelación

Hoy Víctor tiene 31 años. Su mirada inspira la confianza que lo logra acercar a los niños y jóvenes con los que trabaja para prevenir la violencia sexual.

Lee y mucho. Entre las páginas explora temas relacionados a la teología queer y la ciencia ficción. Su autor preferido es Stephen King, y sus directoras de cine favoritas son las hermanas Wachowski, creadoras de Matrix y de la serie Sense8.

Víctor también es escritor. En 2021 publicó el libro Relatos cortos para una Biblia diferente. “En este libro la diosa es la Sagrada Diversidad, es la creadora que hizo todo a su imagen y semejanza. Por eso todo es diverso, es divino y diferente”, explica.

Para Victor la espiritualidad, como la sexualidad, son ejes transversales del ser humano que llegan al corazón y a la raíz de la persona. Decidir en qué creer es un derecho humano, así como decidir quién ser.

Esto todavía no lo tenía tan claro en el 2017, meses antes de cruzarse con la marcha del Orgullo. Llegar a aquel momento de quiebre y revelación no fue fácil. Algunas veces, cuando recuerda lo que ha vivido, aún se queda en silencio. 

“Fue uno de los momentos más duros de mi vida, colapsé emocionalmente y todavía hasta hoy tengo recaídas, tuve mucho miedo porque ese era mi proyecto de vida. Al mismo tiempo sentí dentro de mí una fuerza, sigo siendo una persona creyente y espiritual. Ahí fue cuando decidí retirarme de esta orden religiosa e iniciar una vida más auténtica y libre”, comenta.

Las palabras le vuelven a brotar con emoción a Víctor y aunque la construcción de la identidad es un proceso constante, en uno de sus relatos señala ese instante divino de reconocerse quién es. 

“Las estrellas se fusionaron conmigo y mi cadáver empezó a bailar al ritmo del latir del cosmos. Casi estaba por resucitar cuando Sagrada Diversidad, a las que algunos llaman dios o diosa, me preguntó ‘¿quieres vivir?’ y heme aquí como mariposa con corazón multicolor, superando el peso de la gravedad”.

Volar, Víctor Abel Rojas.

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