Elisa Reyes y las víctimas de balas perdidas: una bala al cielo, una vida al suelo

Pese a ser delito, en Guatemala, disparar al aire sigue siendo una práctica normalizada y casi nunca castigada. La escasez de datos y la poca acción judicial ocultan la magnitud del problema y sus víctimas. Una de ellas fue Elisa Reyes, quien murió en plena Navidad, por el impacto de una bala perdida.

En Nochebuena de 2009, Elisa Reyes y su familia salieron a la calle para darse el abrazo de medianoche bajos las luces de los fuegos pirotécnicos, como lo hacen miles de familias guatemaltecas. En cuestión de segundos, la celebración se volvió tragedia. De repente, Elisa, cayó al suelo sin razón aparente.

Fue hasta el día siguiente que los médicos encontraron la bala, resultado de un disparo al aire, que le quitó la vida. 

“Es una muerte absurda y ridícula y no sé ni cómo ponerle”, dice Oscar Sacahui Reyes, hijo de la trabajadora social de la Universidad de San Carlos. 

“Era una mujer muy activa, muy solidaria. Y nos pusimos a pensar qué hubiera hecho ella si nos hubiera pasado a nosotros y pues hubiera tratado de cambiar las cosas”, continúa.

Así nació ERAS: Elisa Reyes Asociación en Contra de los Disparos al Aire en Guatemala, desde la cual Oscar y un grupo de familiares y amistades trabajan para visibilizar esa práctica ilegal y letal que persiste en Guatemala.

Impunidad en el aire

La primera barrera que encontraron fue el subregistro de datos sobre los incidentes y las víctimas. A falta de datos sobre la cantidad de víctimas el tema estaba totalmente invisibilizado.

“Los centros asistenciales en ese entonces solo registraban fallecidos por impacto de bala y la gente básicamente no denunciaba porque no pasaba nada”, cuenta Oscar.

Quince años después, esa opacidad persiste. No existen registros de personas lesionadas o fallecidas, ni en los hospitales públicos ni el Instituto Nacional de Ciencias Forenses. El Ministerio de Salud tiene un dato que aunque no es exacto, da una pista de lo grave del tema. En 2024, registró 505 lesiones no intencionales por arma de fuego. Esta cifra incluye accidentes, víctimas colaterales de ataques armados y víctimas de balas perdidas por disparos al aire.

Lo que sí ha cambiado con los años es la cultura de denuncia. Entre 2014 y hoy, el Ministerio Público ha recibido 13,885 denuncias por disparos sin causa justificada. Pero en la práctica, la impunidad reina y las capturas son mínimas. Por ejemplo, en 2024 se presentaron 1,399 denuncias, pero sólo se realizaron 96 capturas por balas perdidas. 

Niñez en la línea de fuego

Ante la falta de registros oficiales, la asociación comenzó a monitorear las redes sociales y lograron identificar ciertos patrones. Entre ellos, que aunque los disparos al aire ocurren durante todo el año, se disparan –literalmente– durante las fiestas. 

Hay un pico en fin de año que es como el doble o el triple dependiendo de los casos, pero siempre todos los meses hay reportes y hay personas que reciben impacto”, dice Oscar.

Encontraron que las víctimas más comunes son niñas y niños. Oscar considera que se debe a que las épocas donde más se da esa mala costumbre, coincide con los momentos donde hay más presencia de niñas y niños jugando en las calles.

Los casos que ERAS ha documentado son decenas. Un niño en Villa Nueva que estaba en su casa cuando una bala atravesó el techo de lámina y lo mató. O el otro niño que cayó de su bicicleta tras recibir un impacto. Sobrevivió, pero en ninguno de los casos hubo investigación ni justicia.

En el caso de la mamá de Oscar, el proyectil le entró por la cabeza y se destruyó. No se pudo rastrear. No hubo detenidos. Nadie fue responsabilizado.

“Así terminan la mayoría de estos casos”, lamenta.

¿Un tema cultural?

Disparar es un delito que en Guatemala puede ser sancionado con prisión de uno a tres años, sin tomar en cuenta la pena adicional si causa lesiones o la muerte de otra persona. Aún así, la práctica persiste. Por ejemplo, en tan solo las primeras tres semanas de abril, se registraron tres casos. 

  • El 6 de abril, una mujer fue capturada por realizar disparos al aire durante un jaripeo en Mixco. 
  • El 15 de abril, también en Mixco, a una mujer de 68 años le cayó una bala perdida en la cabeza en Mixco. La herida fue leve y sobrevivió.
  • El 19 de abril, un hombre realizó varios disparos al aire durante una procesión en Conguaco, Jutiapa. Fue detenido. 

A Oscar no le sorprende. Considera que lejos de eliminarse, es una costumbre violenta que se está normalizando cada vez más y no duda en señalar los motores del problema: la impunidad, el aumento del crimen organizado y la celebración de la “narco cultura”.

“Se ve cada vez más personas con portación ostentosa de armas. Sin ir tan lejos, el alcalde de Mixco, él habitualmente maneja ostentación ostentosa de armas y no pasa nada. Inclusive hay gente que hace disparos al aire y lo sube a sus redes sociales. Es un delito, pero lo suben con orgullo”, dice.

El llamado a actuar

¿Quién gana con un disparo al aire? Oscar Sacahui Reyes lo pregunta cada vez que habla del tema. La respuesta es clara: nadie.

Pero hay quienes pierden todo. Una vida, una madre, un hijo, una rutina interrumpida por una bala que nunca tuvo destino, pero sí consecuencias.

“Las personas que reciben el impacto están en su vida cotidiana, caminando, manejando. Y si por suerte no fallecen, a veces quedan con parálisis. No sólo destruyen a la persona, destruyen a la familia”, advierte Oscar.

Oscar y su familia se niegan a dejar que la muerte de Elisa y de tantas otras personas queden en silencio. Aunque las denuncias han aumentado, la impunidad sigue siendo la norma y las víctimas quedan fuera de las estadísticas. 

Por eso Oscar insiste: hay que denunciar y crear visibilidad sobre este delito. Si la ley no responde, al menos la condena social es un primer paso para generar presión y cambios para salvar vidas.

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