Elon Musk compró Twitter: ¿Qué pasará con los netcenters en Guatemala?

Después de un largo estira y encoge, de demandas legales y de US$44 Millones, Elon Musk compró la red social con mayor influencia en la esfera política. Hay razones para preocuparnos por su futuro y por la seguridad de periodistas, activistas y operadores de justicia en Guatemala.
Elon Musk, generado con starryai

Hablemos brevemente de cómo está Twitter como empresa. Aunque sus ingresos anuales son de $5 mil millones y parece una gran cifra, solo le sirven a Musk para no terminar en saldo rojo. Ahora, la empresa no genera ganancias. 

Tampoco tiene una gran audiencia. Para enero de este año, Twitter se encontraba hasta el puesto 15 en el ranking de redes sociales con mayor cantidad de usuarios. Sus 436 millones de cuentas (se desconocen cuánts son falsas), la dejan incluso por detrás de Pinterest. Sí, de Pinterest.

¿Por qué Twitter fue atractiva para la venta? Eso no tuvo que ver con los números —de ingresos o de usuarios—, sino con la posibilidad de controlar el espacio virtual por excelencia en que se amplifica el discurso público.

  • Celebridades y políticos pueden generar conversación, titulares y hasta crisis sociales con un par de tweets. Trump, que gobernaba desde Twitter, quizás sea el mejor ejemplo de que algunas veces lo importante  no es el tamaño de tu audiencia, sino de quiénes la conforman.

Quizás esta sea la razón por la que Elon Musk compró la red social:

Mientras en nuestros pequeños países a las élites les basta con comprar medios para controlar el discurso público, los empresarios globales compran plataformas enteras.

¿Estaba preso el pájaro?

Dos promesas de Elon Musk: a sus inversionistas les ofreció duplicar los ingresos de la empresa en tres años y a los usuarios les lanzó un tweet: the bird is free (el pájaro es libre).

Cumplir ambas promesas no será fácil porque están relacionadas. Reuters informa que la compañía está perdiendo usuarios y que aproximadamente el 10% de sus twitteros más leales son los que generan el 90% del contenido. 

¿Por qué las personas se van de Twitter? Por la misma razón por la que te irías de una disco con mal ambiente. La red social se ganó la reputación de ser un espacio para el odio, las peleas y el hostigamiento.

  • Guatemala es un ejemplo de ello. Cientos o miles de cuentas anónimas se organizan para insultar e intimidar a activistas de derechos humanos, periodistas y operadores de justicia. Lanzan tweets para hacer saber que están espiando a sus opositores e incluso filtran documentos judiciales.

Este es un problema grave y afecta a la sociedad civil de toda la región pero ni los gobiernos ni la plataforma están haciendo algo para impedirlo. 

La misma plataforma sabe que, incluso por el bien de sus propias finanzas, debe hacer algo para evitar que Twitter siga siendo visto como un jungla salvaje. Por eso, aunque no ha explicado cómo, ya escribió a sus anunciantes para decirles que no permitirá que la red sea “un infierno libre para todos”.

La entrada con la que Musk anunció la compra final de Twitter.

¿Cambiarán las cosas con la llegada de Musk? 

El comienzo no ha sido el mejor. El New York Times reporta cómo en las horas posteriores al anuncio de que el empresario “liberará al pájaro” se viralizaron tuits con mensajes de odio, mientras algunos usuarios celebraban que ahora sí podrán expresar su racismo.

Por ahora Elon Musk anunció que, al igual que Facebook, conformarán un comité de moderación de contenidos integrado por personas con puntos de vista diversos. Mientras ese comité no entre en acción, no suspenderán o reactivarán cuentas.

No se sabe qué tan independiente será ese comité pero sin duda alguna Musk será clave para determinar su conformación y las reglas del juego.

¿Y qué sabemos de Musk? Que el magnate frecuentemente ha sido acusado por racismo en sus compañías y que pagó a una azafata para evitar una denuncia por abuso sexual.

¿En qué cree Musk? ¿Qué valores defiende? Nadie lo sabe. El tipo es bastante ambivalente. Lo mismo ha financiado a republicanos que demócratas (como lo hacen todos los grandes empresarios). Un día se pinta como el más progresista y al otro dice califica como una tontería la importancia que se le da a los pronombres para visibilizar la diversidad.

Al igual que Trump, Musk cree que Twitter está inclinado en favor del contenido de izquierda (aunque una investigación de la propia compañía reconoció que el algoritmo privilegia, inexplicablemente, el contenido de derecha).

Previo a la compra, el empresario se quejaba de la censura en Twitter, de que las empresas tecnológicas no deberían vigilar el discurso y que todos deberían tener derecho a decir cualquier cosa. Suena bonito en las palabras, pero en la práctica no es así de fácil. 

Facebook es el mejor ejemplo de cómo se puede manipular una elección e incluso incentivar un genocidio cuando no existen esfuerzos por moderar contenido. 

Si hasta ahora podían pasar tres o cuatro meses antes de recibir una respuesta para denunciar una cuenta agresiva o violenta, no sabemos cuánto tardarán ahora.

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El problema con eliminar o reducir la inversión en moderación, es que esa “libertad” siempre terminará favoreciendo más a los poderosos. Y, en el caso de Guatemala, a los que reciben dinero para crear cuentas y acosar a defensores de derechos humanos.

Guatemala seguramente no será una prioridad para Twitter (representa apenas el 0.1% de sus usuarios), pero le podría servir a Musk para comprender que el mayor problema en la moderación no pasa por cuestiones de ideología.

No se trata de cuentas que deben ser canceladas por expresar ideas erróneas o incluso por difundir fake news desde la ignorancia, aunque sí son problemas a los que se debe responder estratégicamente. 

El problema real es el acoso, la intimidación, la dispersión de mensajes de odio hacia otras personas, y la proliferación de cuentas falsas que distorsionan las conversaciones. Esas campañas de ataques virtuales luego tienen repercusiones o están relacionadas con ataques en la vida real. 

Musk y muchas personas con altos cargos en Guatemala, necesitan ver más allá de los escenarios ideológicos. El problema de Twitter es un problema básico de seguridad, no un asunto de libre expresión y creencias.

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