Mi vida después de CICIG

Cuando ingresé a la Facultad de Derecho tenía muchas ilusiones. Me imaginaba que sería una gran abogada en un bufete jurídico, de esos que están en la zona más exclusiva de mi país, Guatemala.

Luego, a los 2 años de estar en la carrera, decidí que era momento de empezar a practicar, así que llené mi solicitud para ser pasante en el Juzgado de Instancia Civil de La Antigua Guatemala, mi ciudad natal. Tardé 1 año como tal, hacía de todo, la limpieza, ir a comprar golosinas y cigarros para quienes estaban como trabajadores y trabajadoras. No me rendí, quise seguir hasta que logré que me nombraran como itinerante (cubriendo a personas que están de baja por enfermedad o por accidente o vacaciones).

En el Organismo Judicial aprendí mucho. Pasé 5 años de mi vida laboral. Aprendí a querer a la institución, vi desde adentro la forma en que todas y todos los auxiliares judiciales hacen el trabajo, atienden a las personas usuarias del sistema; como muchos jueces y/o magistrados no llegan puntuales a sus trabajos. Aprendí a hacer proyectos de sentencias, de autos y resoluciones. Atender a aquellos abogados y abogadas de esos bufetes caros, con sus trajes y zapatos lustrosos. 

Luego pasé a formar parte del Ministerio Público. Sí, esa entidad que persigue a quienes han cometido delitos y que es la encargada de hacer que la ley se cumpla. Sí, esa entidad que ahora persigue a fiscales, jueces y abogadas que lo único que hemos hecho es trabajar de manera digna y honrada.

Con mucho empeño trabajé para el Ministerio Público como analista criminal, sistematizando información para después contribuir en investigaciones de impacto social, como la matanza en Río Hondo, Zacapa. También trabajé en el análisis de cuentas bancarias en Francia, Suiza y Luxemburgo, que permitió establecer el lavado de dinero cometido por el expresidente Alfonso Antonio Portillo Cabrera.

En 2008, ingresé a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala -CICIG-, a mis 28 años tuve la oportunidad de trabajar con personas de distintos países que tenían muchos conocimientos y que los compartían con nosotros; sí nosotros guatemaltecos y guatemaltecas que asumimos con valentía los que implicaba trabajar en CICIG, así como los cambios en nuestras vidas personales.

Durante casi 12 años trabajé como Mandataria Judicial con Representación para la CICIG. Desde dentro de CICIG, había días que no dormíamos, no comíamos para poder solicitar, analizar y luego encontrar las pruebas que pudieran permitir, junto a la Fiscalía Especial contra la Impunidad -FECI-, someter a quienes se habían encargado de corromper nuestro sistema, nuestro Estado de Derecho. 

Investigar no es fácil porque estás frente a hechos delictivos que pueden llegar a coartar la libertad de las personas. Entonces es un análisis de los hechos, de las pruebas y de lo que establece la ley, pues la libertad es un derecho fundamental y que debe limitarse sólo cuando se ha transgredido la ley, cuando hay peligro de fuga o de obstaculizar la averiguación de la verdad.

Y así lo hacíamos, investigamos, recabamos las pruebas y junto a los y las fiscales de la FECI, acudimos a los juzgados a presentar y exponer los casos y las personas que habían participado en esas acciones ilícitas. 

Desde que se anunció el final del mandato de CICIG, los grupúsculos empezaron la emboscada contra quienes luchamos arduamente en contra de esas mafias. Sí, mafias organizadas a todo nivel institucional que se han encargado de iniciar una venganza. 

Esa venganza tiene rostros. Rostros de hombres, hijos del sistema patriarcal. Sí, esos machos con sus trajes y zapatos lustrosos, que se encargan de realizar denuncias espurias y vagas utilizando delitos de la delincuencia organizada para poder invocar que quienes promovemos y defendemos los derechos humanos, como “una estructura criminal”.

Con los casi 20 años de experiencia que tengo en el sector justicia, desde hace varios años me di cuenta de que ya no quiero trabajar en esos bufetes jurídicos, de esos que están en la zona más exclusiva de mi país, Guatemala. 

Volví a recordar que lo que me impulsa a luchar por mi país, son esas niñas que, desde su inocencia, han sido vejadas, dañadas, heridas y que merecen vivir alegres, libres, educadas desde el amor, desde la sororidad. 

La corrupción y la impunidad también las ha dañado porque sus casos no avanzan, porque llegan a ser institucionalizadas por culpa del propio Estado y de esos empleados judiciales y del Ministerio Público que dedican sus horarios a desprestigiar y criminalizar a quienes durante años trabajamos para frenar a las bandas criminales.

Hoy más que nunca reafirmo que lo que quiero es seguir promoviendo y defendiendo los derechos humanos de las personas, de las mujeres y de las niñas porque merecemos un país con instituciones que nos protejan y no que nos criminalicen por exponer sus actos de corrupción e impunidad.

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  1. Mujer valiente y con mucho valor, decidida a defender un ideal, un sueño, impartir justicia sin sezgos, por un claro y definido camino de un estado de derecho, hoy poy cooptado por malos guatemaltecos que se escudan en un sistema corrupto e impune porque faltan verdaderos hombres que no los mueva la codicia ni a Arica, es decir, el amor al dinero

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