Mi Siguanaba

Su nombre es Karla, tiene 17 años pero a su corta edad ha sido víctima de múltiples violencias. Todas ellas perpetradas por su círculo familiar. A los 6 años fue víctima de violación por parte de su papá; esa persona que se supone te ha de cuidar con amor y respeto, pero que a ella la violentó y la dañó para toda la vida.
Foto: Pia Flores

A los 13 años fue víctima de explotación sexual por parte de su propia madre y tía; sí de las mujeres que se supone deben protegerla, pero ganó más la necesidad económica para concluir que la única opción era vender a su propia hija y sobrina y obtener dinero o una despensa y así darle de comer a los demás miembros de la familia.

Cansada de la situación decidió huir pero como muchas niñas y adolescentes, no tuvo otra opción que iniciar una relación de convivencia marital con un hombre mayor que ella, quien también la violentó, la dañó. Rescatada por las autoridades encargadas de velar por la protección de la niñez y la adolescencia, ingresa al sistema de justicia, al sistema de protección en una casa hogar privada que trabaja con todo un equipo multidisciplinario y fondos recibidos de donaciones, con una gestión y abordaje especializado.

¿Cómo puedes defenderte de todas estas violencias? ¿Cómo abordar los daños físicos, sociales, emocionales que le han ocasionado a Karla?

Trabajar con víctimas de violencia sexual y trata de personas (en sus distintas modalidades) escuchar sus historias, sus verdades, sus sentimientos puede desbordarte. Creyente de que la justicia es el único fin para lograr reparación y no repetición, a veces me cuestiono si realmente se puede reparar y dejar de repetir estas historias.

Niñas obligadas a prostituirse, sin capacidad para poder autodeterminarse dentro de este sistema patriarcal donde la justicia tiene sexo masculino, porque las leyes están elaboradas y redactadas por esos machos sentados en los congresos, en los senados; desde esos hemiciclos que no ven las realidades y contextos que se viven a diario, no solo por las niñas, sino por miles de mujeres. Donde hablar de aborto, sexo, educación sexual sigue siendo tabú. Porque si hablamos de eso nos ridiculizan, nos tildan de querer imponer la “ideología de género”.

A Karla le arrebataron su proyecto de vida. Los planes y metas que debió haber vivido durante su infancia, y ahora en la adolescencia, se interrumpieron porque no tuvo la oportunidad de crecer en un ambiente libre de violencia.

¿Qué le puedes decir a una niña víctima de trata de personas en su modalidad de explotación sexual? ¿Que la vida sigue? ¿Que todo va a cambiar? ¡Si ya ha vivido y ha llorado y sufrido más que yo, más que tú!

Defiendo derechos vulnerados de niñas víctimas de violencia sexual y trata de personas, y mientras estoy sentada ante los jueces que juzgan a agresores, si a esos tratantes que se sirven de niñas y las convierten en objetos, me sigo cuestionando si el sistema en general algún día hará algo por ellas. Si algún día las incluirá en sus políticas públicas, pero no solo en letras muertas sino en acciones que se vean reflejadas en cambios estructurales que eviten que estas conductas se repitan, que ya no haya más niñas dañadas.

A todas ellas les duele el corazón, pero a mí me duele no poder hacer nada para calmar ese sufrimiento. Hoy Karla fue ingresada a otra casa hogar porque la institucionalización daña mucho y ese daño complejiza la convivencia de las niñas con sus pares. Se lastiman, se agreden, se violentan porque no saben más que hacer eso, porque durante los pocos años de vida que tienen es lo único que han experimentado, la violencia, así que no hubo más opción que pedir su traslado hacia otra institución de abrigo y protección, solo que estatal.

Sin nadie que pueda hacerse cargo de Karla, el Juez de Niñez ordenó su traslado a un hogar estatal donde, lamentablemente, se han cometido atrocidades como lo ocurrido los días 7 y 8 de marzo de 2017 en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción ubicado en Guatemala, cuando 56 niñas fueron encerradas en una habitación porque pidieron mejoras en las condiciones de vida. De estas niñas, 41 murieron quemadas entre colchonetas porque estaban “castigadas” porque en esos lugares revelarse y exigir derechos no es una buena opción.

A raíz de estos hechos se develaron las crueldades que durante esos años se cometían en los hogares estatales, violaciones sexuales, trata de personas, agresiones, malos tratos. Situación que dudo haya cambiado.

Estoy triste porque Karla ya no está, porque la apoyaba, le respondía sus llamadas, escuchaba sus vivencias, la escuchaba cantar, la abrazaba y ahora no será tan sencillo contactarla; pero sembró en mí una semilla que quiero seguir cultivando y es la esperanza de lograr justicia en sus casos.

Hoy conté su historia, pero sé que como ésta hay muchas que se repiten y repiten.

Ojalá pasara lo que dice la letra de su canción favorita “Siguanaba” interpretada por la guatemalteca Sara Curruchich: “… pero ella huyó, porque sabía que su cuerpo solo a ella pertenecía nadie golpearla debía su vida es de ella y de nadie más.”

Te informamos rapidito
y sin spam

Total
0
Acciones
Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicaciones relacionadas
Leé más

¿Quiénes son los invasores? Configuraciones territoriales urbanas

El 17 de noviembre empezó como cualquier otro día en la Ciudad de Guatemala, corriendo tal cual el ambiente del urbanismo salvaje en el que vivimos. Ver las redes sociales desde temprano es una costumbre adoptada que ya no puede faltar. Sin embargo, ese día nos abatió la democracia regresiva con noticias de la represión, por los desalojos -entre fuegos- de las comunidades q’eqchi’ en El Estor.
Leé más

Así conocí a Donovan, el motorista que me atropelló 

Lo primero que me dijo Donovan cuando nos conocimos y le pregunté qué pensaba sobre lo que nos pasó fue contundente: “Yo solo quiero que sepas que yo no salí con la intención de atropellar o lastimar a nadie. Yo iba camino a mi trabajo. No soy una mala persona, no soy un delincuente”.