Esta ciudad que muchas veces nombramos como hostil, ruidosa, caótica, en disputa, individualista y desigual también es el espacio que nos permite encontrarnos unas con otras y construir comunidad. Si nos detenemos un momento y observamos la complejidad de sus dinámicas, podremos sorprendernos de lo llena de ternura que está, que es, que siempre ha sido. Sin duda, puedo caer en la tan fuerte tentación de la romantización de la subjetividad o del positivismo superficial, pero quizá sea el mes que me lo evoca, que me hace evocarlo.
Sin duda, sé que en este momento pudieron traer al presente, sin mayor esfuerzo, una imagen de ternura en nuestra cotidianidad en la ciudad. A mí se me vienen a la mente algunas, como cuando vemos a las mamás o papás llevando a sus hijas e hijos a la escuela de la mano; cuando alguien en el transmetro nos regala un pasaje; cuando alguien nos ayuda a estacionarnos en medio del tráfico de las 18 horas; cuando alguien detiene el tráfico para ayudar a una abuelita a pasar la calle porque la fuerza de sus piernas no le permiten subir la pasarela; cuando las personas guían a los pequeños éxodos de migrantes que transitan por la ciudad o el canto de los pájaros en la mañana que brota de los pocos árboles que aún nos quedan. Y muchos más.
Definitivamente, si la ciudad contara con las condiciones para que todas las personas pudiéramos habitarla de forma digna, quizá la ternura no tomaría estas formas, pero ante tantas violencias estructurales que nos atraviesan, es ella nuestra apuesta y refugio.
En mi primer año en el Instituto 25A he tenido la oportunidad de pensarme como habitante de este territorio y soñar con una posibilidad distinta para relacionarnos. Desde el histórico lugar de resistencias que ha posibilitado “tejer acciones políticas fuertes, amplias y transformadoras”1 para alzar la voz por la ciudad que merecemos, hasta apostar por abrazar en esta hostilidad nuestro mundo interno de ternura como un “componente necesario de la lucha por la dignidad, de la lucha por la libertad, de la lucha por el bienestar”2.
La pedagogía de ternura (2015) nos propone que la ternura forma parte de la condición humana y es nuestra capacidad de afectuosidad respetuosa en una relación marcada por el componente emocional, afectivo, sentimental que genera un vínculo emancipador. En el ámbito educativo, pedagógico y social, si no se establece un vínculo constructivo y positivo, no hay proceso educativo y, a mi parecer, no hay vínculo humano, ni empatía, ni lucha social posible.
Desde la política afirmativa planteada en nuestra guía de Terremotos (2021) se nos propone resistir al presente transformando las pasiones negativas en positivas, que nos motiven accionar más allá del dolor. Es atender los afectos desde un lugar distinto que nos permita construir horizontes políticos de esperanza y, en mi opinión, horizontes políticos de ternura.
Entonces, la ternura se convierte en una apuesta no solamente de febrero y sus afectos, sino en la posibilidad de recuperar las relaciones humanas desde un sentido social y político, necesario en esta ciudad del caos y la hostilidad. Nos evoca, propone y convoca a recuperar en nuestras cotidianidades, la esencia de la condición humana y seguir aprendiendo de ella en todas sus dimensiones para construir la ciudad de la ternura.
1- Epicentro. Guía colectiva para provocar grietas. Cibaque. 2022.
2- Cussiánovich Villarán, A. (2015). La Pedagogía de la Ternura- Una lucha por la dignidad y la vida desde la acción educativa.