El sol no ha atravesado el horizonte aún y las calles de la ciudad de Guatemala empiezan a llenarse: gente con ropa de trabajo, adolescentes en uniforme y niños y niñas abrigadas saliendo de sus casas para empezar un nuevo día. Parece que la vida en esta ciudad se puede vivir solamente si estamos corriendo, y es que se sale temprano para evitar las colas, los buses llenos y el tráfico.
En Guatemala, tener el camino cuesta arriba es el común denominador de las mayorías. Este país, que alimenta y normaliza las desigualdades, impone a la ciudadanía menos favorecida, además, el desafío de enfrentar la exclusión, la indiferencia y los prejuicios para lograr salir adelante.
En el bus del colegio que recorría un largo trecho de la ciudad antes de llegar a mi destino, buscaba sentarme cerca de la ventana para ver cómo se desplegaba frente a mí, una ciudad que cambiaba de paisajes rápidamente.