“No me googlearon bien”. La última entrevista de Jordán Rodas como PDH

Para Jordán Rodas Andrade terminar su periodo como Procurador de los Derechos Humanos ha sido una tarea cuesta arriba. En 2017 llegó a la PDH como el procurador mayor votado y termina este 2022 como el personaje menos querido por el oficialismo.
Foto: Herbert Woltke

A poco más de un mes de entregar el cargo, Jordán Rodas ya empezó a desocupar su oficina. De los cuatro juegos de ajedrez que tiene, solo le queda uno, el que fue tallado en Perú. 

Los demás los envió a su casa, en Quetzaltenango, junto a otras pinturas que también son parte de su colección.

Pero algo que todavía no ha quitado de la pared y que observa de vez en cuando para provocarse una risa, es un mural con cinco cartones que recopilan los mejores memes que le han hecho.

Algunos por el legendario caricaturista Fo, otros por organizaciones que apoyan su labor y algunos tantos más hechos por sus detractores. Ríe mientras señala la ilustración que lo califica como “el santo de los diplomáticos” y el que lo compara con Chuky, el “muñeco diabólico”.

Foto: Herbert Woltke

“Son medallas para mí”, dice el procurador que encontró en el humor una forma de sobrellevar las tensiones y el estrés que implica el cargo. Por eso dice llevar con honor el sobrenombre que le puso el presidente Jimmy Morales cuando lo llamó “Amparito”, por todos los recursos que promovió para impedir la expulsión, antes de tiempo, de CICIG.

Esta es una de las últimas entrevistas que concedió desde su despacho.

Mariajosé España (ME): Patricia Sandoval, del partido oficialista FCN, era la presidenta de la Comisión de DDHH del Congreso en 2017¿Le sorprendió que los diputados lo hayan elegido ahora que se declaran su enemigo?

Jordán Rodas (JR): No me sorprendió. Por el perfil que tenía, yo reunía las características. Por mi currículum, mi formación y mi experiencia. Lo que sí me sorprendió fue la unanimidad porque habían 13 partidos políticos en el Congreso y obtuve los votos desde la extrema derecha hasta la izquierda. Eso es una gran legitimidad. He tenido que sobrevivir políticamente casi a dos legislaturas y dos presidencias.

ME: ¿Fue una ventaja que su perfil no haya sido tanto de dominio público?

JR: Sí, porque mis contendientes eran más conocidos en la capital. Yo era externo, no era de la capital, sino oriundo de Xela. No sé si me miraban de pueblo o qué. Algunos diputados me preguntaban si sabía hablar frente a los medios de comunicación y “pues más o menos” respondía yo. A la larga no me googlearon bien. Como dijera el exdiputado Linares Beltranena: “no sé cómo se nos coló” (ríe), porque yo no encajo dentro del perfil idóneo de los funcionarios que están al servicio de la élite criminal o el pacto de corruptos. 

ME: ¿Hay algún momento de su infancia que recuerde mucho?

JR: Una etapa muy especial fue cuando me dio hepatitis de pequeño. Mi papá era fanático del equipo de Xelaju, fue al que le dieron la primera orden Mario Camposeco por ser el mejor aficionado. Miraba los entrenamientos, escribía sobre el equipo. Yo iba con él al estadio desde los 4 años hasta los 26 y cuando me dio hepatitis, como no podía hacer ejercicio, me llevaba cargado. Esa mística y ese amor lo recuerdo. Es más, una vez mi papá se enojó conmigo porque cuando era síndico municipal voté en contra de la exoneración del pago de la energía eléctrica del equipo. 

Foto: Herbert Woltke

ME: Siempre dentro de esta época, ¿hubo algo que marcó su camino como abogado y defensor de Derechos Humanos?

JR: Es triste, no me gusta hablar mucho de eso, pero es la desaparición forzada de mi hermano Joaquín Rodas Andrade durante el régimen de Mejía Victores. Fue el 2 de marzo de 1985 y a la fecha mi mamá todavía tiene fe en que esté vivo. Es más, mis papás no se quisieron hacer prueba de ADN porque tenían fe. Yo tenía como 16 o 17 años. En ese momento mi vida era el ajedrez.

ME: ¿Qué tanto le cambió la vida el llegar a la PDH?

JR: Es una etapa más de la vida. He venido picando piedra y el haberme sostenido a la época es producto de mi esfuerzo. Toda esa experiencia me ayudó. Podría haber estado en modo avión, menos clavos, menos netcenters, pero no. Ser adorno, ser perejil no me gusta. Mejor opté por buscar la legalidad y afortunadamente en ese tiempo el sistema de justicia no estaba tan permeado y se logró tener a CICIG por otro año más. Obviamente cuando se toca la corrupción se tocan fibras muy sensibles.

ME: ¿Alguna vez se le acercaron diputados o políticos para que le bajara un poco el tono?

JR: Sí, que le bajara volumen a mi actuación. También se me dijo que mi rol no era tomar megáfonos.

ME: ¿Quiénes fueron?

JR: Bueno, un caballero no tiene memoria (ríe). Lo importante son los hechos.

ME: ¿De los acercamientos pasaron a ataques y hostigamiento?

JR: En realidad todo empezó inmediatamente después de lo que querían hacer con Iván Velásquez y la CICIG. Yo era la piedra en el zapato, un funcionario incómodo y estos sectores, estamos hablando del sector económico, ellos tienen tanta plata que pagan netcenters y hasta financian fundaciones que están criminalizando a actores y operadores de justicia.

ME: ¿No le da miedo o intimida todo eso?

JR: En principio era incómodo. Pero desde octubre de 2017 tengo medidas cautelares por la CIDH. Tampoco es que garanticen a plenitud mi seguridad pero es un escudo a nivel internacional. Además mi conciencia está tranquila, muchos de los que me atacaron duramente se quedaron sin partido. Linares Beltranena es uno de ellos. Otro que usaba una boinita y gritaba escandalosamente tiene una situación ligada a un proceso penal. Pero el temor jamás a paralizado a un ser humano, eso solo le daría pauta para que ellos puedan seguir a sus anchas.

Foto: Herbert Woltke

ME: Teniendo encima todo esto, usted decide prender otro fuego y lanzarse como candidato a rector de la Usac

JR: Lo que pasa es que yo estuve analizando la posibilidad de reelegirme como procurador para un segundo mandato. Pero hice los sondeos correspondientes y no llegaba a tener los votos que requería para estar en la terna. No tenía sentido someterme a un proceso muy cargado de subjetividades y poco real. Ahí acepté la invitación del movimiento SOS Usac para ser un precandidato. Fue así como aspiré a la rectoría y la verdad quedé muy sorprendido. La campaña impactó y por eso estuvimos a punto de alcanzar la rectoría. 

ME: Juan Francisco Sandoval vino aquí cuando lo destituyeron y ha acompañado las diferentes manifestaciones ciudadanas que ahora vemos calladas. ¿Qué piensa alrededor de eso?

JR: Bueno, la rabia se acumula y ellos están confiados. Ahí tomo la consigna feminista “nos tienen miedo porque no tenemos miedo”, eso debe ser una constante en nuestro accionar. Tengo mucha confianza en las autoridades indígenas, los pueblos ancestrales, la juventud y el interior del país, la fuerza está ahí. La capital es importante pero quedó muy atemorizada después de la brutal represión del 21 de noviembre. 

ME: ¿Hay algún caso que usted conoció como procurador que lo haya conmovido mucho?

JR: Bueno, ver la situación de Virginia Laparra cuando la visité me afectó porque la conozco. Fui su profesor en el Centro Universitario de Occidente. Yo no sé si es inocente o culpable, lo que sí me extraña son los ritmos de la justicia. Tiene más de 100 días de estar privada en libertad cuando hay medidas sustitutivas que pudiesen aplicarse. La justicia a veces acelera y a veces compresiona. 

*

Termina la entrevista. Llevamos casi una hora hablando. Jordán Rodas acomoda la fila de papeles que aún tiene en su escritorio y mueve con cuidado esa pieza de colección de ajedrez que aún permanece en su oficina. Está seguro que podrá entregar el cargo el 20 de agosto al profesional que los diputados están tratando de elegir cuidadosamente para no cometer el mismo error que cometieron con él.

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