Hilar el sentido de comunidad en plena ciudad

Actualmente convivo en medio de dos formas de vida, dos mundos complejos de conocer y convivir. Mi comunidad, en la cabecera municipal de Sololá, y la Ciudad de Guatemala, a donde migré por trabajo y estudio.

El sentido de comunidad en Sololá se vincula fuertemente desde el reconocer quién es la vecina o vecino, determinar el mojón o cuidar del terreno para no irrespetar el espacio del otro. También en poder resolver una problemática local o apoyarnos mutuamente y acompañar el caminar de una lideresa o líder que mantiene un servicio comunitario. 

Construir comunidad en el pueblo significa dignificar la historia desde la conformación de colectivos en que se vinculan ancianas, ancianos, mujeres, hombres y  jóvenes, familias, líderes,  agricultores, tejedoras, comadronas, contadores del tiempo y espacio, artistas,  educadores,  académicos,  entre otros. Esta dinámica se vuelve interesante porque la esencia comunitaria se sostiene en una cosmovisión muy propia de un pueblo ancestral que reafirma su identidad. 

Algunas y algunos estamos despertando en cuanto al significado del despojo de nuestra identidad y la privación de las propias formas de organización comunitaria. Así surge un proceso de desaprendizaje y aprendizaje. Y en medio de esta forma de organización, hay mujeres y hombres en resistencia.

Otro elemento a tomar en cuenta es la relación con la naturaleza, porque también es parte de la comunidad. La relación no solo es con las personas, sino también con los cultivos, animales, ojos de agua y bosques. Las y los agricultores conviven constantemente con la naturaleza. Al final, son quienes tejen una comunidad fuerte para mantener los alimentos de esta sociedad. Por lo mismo, parte de la convivencia es poder concederle algo al vecino sin importar si hay o no hay escasez. El  intercambio de alimentos prevaleció hasta al inicio de la pandemia.

Desde mi aprendizaje en la Ciudad de Guatemala y mi reciente involucramiento en el trabajo del Instituto 25A, la pregunta que me ha acompañado es ¿cómo traigo ese sentido comunitario de mi pueblo a este territorio? 

Es complejo poder abordarlo desde un mismo sentido. La Ciudad de Guatemala fue creada desde el  individualismo, se ha construido acaparando espacios que generan economía solo para un grupo, a la vez que se culturaliza a la sociedad desde un sentido extranjero que provoca marginación, discriminación y sectorización. Es cuestionable ver zonas con tantos lujos y otras sin acceso a recursos básicos como el agua.

Un ejemplo con el que he interactuado y me parece chocante, es la iniciativa “Pasos y Pedales” de la Municipalidad, en la zona 13. Consiste en un área de recreación pública para muchos que no tienen un espacio amplio en sus viviendas, pero exclusivo porque sólo se puede llegar si se cuenta con vehículo propio o se vive cerca de esa zona. A 10 minutos de “Pasos y Pedales” está otra realidad, el Cantón 21 en la zona 14. Aquí se puede sentir un ambiente diferente y más cercano a una comunidad. El cantón cuenta con su propio mercado —instalado por una familia k’iche’—, ancianos que guardan la memoria histórica del cantón, jóvenes que tienen sus grupos deportivos y una pileta cantonal que comparten para lavar. Un espacio sumergido entre edificios de clase alta.

Caminando en esta ciudad es inevitable observar que cada puesto de consumo representa el trabajo de mujeres y hombres mayas que aún sobreviven y sostienen buena parte de la economía de la capital. Asimismo, el sentido de migración a la ciudad trae consigo su propia concepción de comunidad. Y en medio de esta sociedad racista es complejo construir comunidad desde la cosmovisión de los pueblos. Por eso es necesario reconocer y respetar las identidades de barrio, colonias y cantones porque en la conformación de estos espacios hay todavía personas que cuidan la vida y la memoria. Se trata de resistencias que le apuestan a la dignidad y la importancia de lo comunitario en la ciudad. 

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1 comentario
  1. La discusión de las “identidades” es obsoleta, trillada y tramposa, esto, al entender que es desde y para el Estado que estas se configuran. Me parece tan irónica que la petición de reconocer las “identidades barriales” provenga de una persona maya. Sobre todo al entender que las identidades estratégicas que optan la poblaciones mayas (no todas) con el Estado, son eso, una estrategia, y no una completa declaración de obediencia identitaria como bien lo enuncia su declaración de respeto y aceptación. Por otro lado, es realmente sorprendente como este tipo de columnas despojan los procesos políticos e históricos de las clases trabajadoras de la ciudad. Porque sí acéptenlo, existe los conflictos de clase, de sexo y de raza/etnia. Querer volver poema un discurso es tan neoliberal.

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