Muchos hemos sido educados con una idea de contaminación que muchas veces se desvía de lo que realmente sucede en el mundo. Ver basura por las calles, en mares y ríos entra dentro del concepto de contaminación, pero esta va más allá.
Por primera vez, en el 2020, supimos de un inventario global sobre sustancias químicas registradas para producción comercial. El conteo total fue de 350,000 sustancias. El problema real es que la mayoría de estas llegan al ambiente y menos del 5% tienen información toxicológica. Es decir que no sabemos qué efectos nocivos tienen en humanos y el ambiente.
De hecho, a principios de este año, se sobrepasó el espacio seguro de operación respecto a la contaminación química. Actualmente vivimos fuera de los límites de contaminación que el planeta puede soportar.
Este año supimos también de la presencia de fármacos en 258 ríos alrededor del mundo, y de los cuales 471.4 millones de personas dependen de forma directa. Los niveles de fármacos fueron más altos en regiones y países de bajos recursos y con pobre manejo de aguas residuales. Y aunque Guatemala no fue evaluada dentro de este estudio, no sería incorrecto pensar que la situación es muy similar o incluso peor.
La exposición a sustancias contaminantes tiene mucho que ver con la incidencia de enfermedades crónicas. En el ambiente han sido detectadas sustancias con potencial cancerígeno, disruptores endocrinos, e incluso sustancias que inducen a la obesidad. También son fuentes de sustancias tóxicas los empaques de alimentos, productos de cuidado personal, e incluso los textiles.
Seguramente todos sabemos de alguien que ha trabajado en plantas de producción química, refinerías, o alguna industria similar, y que después de años de trabajo, experimentó problemas de salud. En un medio ambiente contaminado, ¿no sería lógico pensar que esto nos pueda llevar a experimentar efectos negativos a la salud también? Esta es nuestra realidad.
Es momento de quitarnos esa idea incorrecta de que la contaminación se limita a ver basura fuera de su lugar y a ver aguas de mala apariencia y olor. O que si no vemos algo explícitamente significa que no está allí.
La mayoría de químicos contaminantes son nocivos aún en niveles muy bajos, y de estar expuestos de forma continua, sus efectos pueden presentarse muchos años después. A veces, ni siquiera nos damos cuenta que estamos siendo expuestos a ellos.
La relación tan estrecha entre las personas y el medio ambiente hace que toda alteración a este tenga repercusiones en nuestra salud y bienestar.
No suena muy bien disfrutar de un filete de pescado el fin de semana sabiendo que este tiene fármacos acumulados que fueron introducidos al lugar de donde se obtuvo el pez. No nos daríamos ni cuenta de lo que consumimos, pero podríamos experimentar efectos negativos.
La contaminación química es una amenaza a la salud humana, a la biodiversidad, y a la integridad del planeta como tal, y en nuestras manos está que estos niveles de contaminación no sigan aumentando.
Así como tenemos el Grupo Intergubernamental de Expertos Sobre Cambio Climático (IPCC), ahora también tenemos el Panel Internacional en Contaminación Química (IPCP) con la misión de que gobiernos y comunidades alrededor del mundo acepten la contaminación química como una amenaza y se tomen las acciones pertinentes.
¿Será que Guatemala pasará a formar parte de esta iniciativa?
No esperemos que otros sean los que actúen primero. Tomémonos el tiempo de investigar, de leer los ingredientes en las etiquetas de productos de consumo. Evitemos productos con sustancias de toxicidad conocida, empaques de plástico y otros materiales sintéticos. Evitemos el uso de fármacos, pesticidas, y otras sustancias contaminantes si no son necesarias. Y si todo esto genera dudas, preguntemos a las y los expertos. La producción de químicos contaminantes tal vez no baje su intensidad, pero nosotros sí podemos ser más responsables con su uso. La solución está en nuestras manos, ¡date cuenta!
Links
- Wang et al. 2020. https://pubs.acs.org/doi/10.1021/acs.est.9b06379
- Persson et al. 2022. https://pubs.acs.org/doi/full/10.1021/acs.est.1c04158
- Wilkinson et al. 2022. https://www.pnas.org/doi/abs/10.1073/pnas.2113947119