Vivir Quintana se apareció a paso apresurado por uno de los pasillos del centro comercial, iba acompañada de Sara Curruchich. De jeans y con chaqueta negra, me saludó con un efusivo abrazo mientras sonreía y se acomodaba el mechón canche que sobresale entre su melena crespa negra.
Sara y Vivir se conocieron hace dos años en México. Hace un año soñaron poder hacer una gira juntas y ahora estaban listas para dar su primer concierto de la gira Solas ya no más, que inició en Antigua Guatemala.
Entre ellas hay miradas de complicidad y abrazos de una amistad que se ha ido formando junto al deseo de tejer con sus canciones lazos de colectividad entre mujeres de distintos territorios.
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La transformación de una palabra
Su nombre de pila es Viviana Monserrat Quintana Rodríguez, pero lo transformó en la palabra que define el derecho humano básico y más violentado de las mujeres: Vivir.
Viviana es un nombre que ha estado en su familia por más de tres generaciones. Su abuela y bisabuela también eran músicas, pero en sus contextos no las dejaron dedicarse a ello porque en ese entonces no se creía que ser cantantes fuera una actividad digna para mujeres.
“Mi abuela tiene una historia de que ella, las primeras veces que quiso cantar, la bajaron del escenario y le dijeron que no podía cantar y divertir a la gente, era esa memoria guardada que a mi también me estaba transgrediendo de cierta forma”, dice.
Para vivir su propia historia y honrar a las mujeres de su familia que no pudieron dedicarse a la música decidió agregarle la R de su apellido materno a su diminutivo: Vivi. Ahí nació Vivir, en 2017.
Vivir es originaria de Coahuila, México. Una tierra desértica, fronteriza con Estados Unidos, que forma sus tradiciones al ritmo de la música regional norteña.
Aunque su carrera artística inició en 2017, se hizo conocida internacionalmente el 7 de marzo de 2020 luego de interpretar “Canción sin miedo” junto a Mon Laferte en el Zócalo de la ciudad de México.
La energía en el coro de esta canción muestra un poco de la fortaleza que no nos podemos imaginar que tienen madres como Ada Morales, al exigir justicia por el femicidio de su hija Luz María; o la de Rosa Franco que no se cansó de gritar el nombre del femicida de su hija María Isabel por casi 20 años.
La rabia y la indignación que mueven a estas madres es parte de las reflexiones que hace Vivir en esta conversación con Quorum.
ME: Hablas de “Canción sin miedo” que salió en 2020. ¿Consideras que se convirtió en un himno para las mujeres que buscan justicia?
Ha sido un viaje muy hermoso y muy doloroso a la vez porque “Canción sin miedo” nace en un contexto llamativo y peligroso en México donde la cifra de las mujeres que desaparecen y son asesinadas todos los días cada vez crece más. Entonces nace “Canción sin miedo” y al principio, cuando me decían que es un himno, la palabra se me hacía muy grande, pero después descubrí que era porque realmente las compañeras la adoptaron. Ya no es una canción mía, es una canción que se quedó para la lucha feminista y la lucha para la erradicación de la violencia de género.
ME: Has cantado muchas veces esa canción ¿te sigue conmoviendo de la misma forma?
Sí, ayer que estábamos con las compañeras yo lloré (en un encuentro que tuvo con mujeres en Chimaltenango). A pesar de que a veces las canciones se cantan de manera mecánica o automática creo que siempre es distinto y me conmueve de forma diferente. Cantarla aquí en Guatemala y saber que está el mismo contexto sucediendo acá, es duro. Yo digo seis nombres en esta canción, pero imagínate cuántas asesinadas son. Podría durar años la canción si se cantaran todos los nombres de las víctimas que han pasado.
[No es exagerado que Vivir diga esto cuando los femicidios en Guatemala han aumentado un 48%. Hasta el mes de julio se contaban 376 mujeres asesinadas. Aunque esta canción es la primera en la que Vivir habla de los femicidios, no es la única que ha escrito e interpretado acerca de las distintas violencias que atraviesan a las mujeres.
En 2017 escribió el corrido “Cosas que sorprenden a la audiencia” que narra la historia de una mujer que está cumpliendo condena por haber matado a su pareja en defensa propia. En 2021 hizo una colaboración con Andrea Echeverri en la canción Ovarios que habla de la violencia sexual que sufren millones de mujeres en el mundo.]
ME: ¿Por qué es importante contar en las canciones la violencia que nos atraviesa a las mujeres?
Creo que la música es una de las artes que más se queda impregnada en el inconsciente de las personas. Hay veces que estamos repitiendo canciones y de repente no sabemos ni qué estamos cantando, esa inconsciencia de repente se proyecta. Las artistas y los artistas tenemos que cuidar muchísimo el discurso y el contenido de nuestra música porque no sabemos quién nos está escuchando.
Soy un micrófono que amplifica el mensaje de las que tienen menos visibilidad que yo, porque también la visibilidad es un privilegio en todos lados. Entonces, qué mejor que usarla para compartir estos mensajes.
ME: Hay quienes te consideran artivista. ¿Tú también te nombras así?
No me nombro como tal y te voy a explicar por qué. Yo quisiera tener todo bien puesto en mi para poder llamarme artivista, estoy tratando de entender, de estudiar y de saber cómo la música puede cambiar conciencias. Cuando veo a compañeras activistas que luchan y compañeras que son realmente grandes y que las admiro tanto, a veces me reflejo y digo que quisiera tener la fuerza que tienen ellas y quizás algún día poderme llamar artivista.
ME: Hablas de esa fuerza que tienen las activistas pero siento que esa fuerza la tienes en tu voz al cantar y es algo que acompaña a muchas mujeres, a muchas madres, que están buscando justicia.
Admiro mucho a las mamás que luchan incansablemente por tener justicia para sus hijas. Dice la gente que hasta que no te pasa no te unes a la lucha y ojalá no nos tuviera que pasar algo para entender lo que existe en el dolor de una madre que ha perdido a su hija.
Cuando a veces me dicen ‘es que en tu canción dices yo todo lo incendio, yo todo lo rompo estás llamando a que salgan y destruyan todo’. Y no, yo estoy llamando a que destruyas tú esa emoción de no sentir nada, de no sentir empatía hacia las compañeras que están marchando.
Yo no le puedo decir a una madre que perdió a su hija y que la encontró en pedazos dentro de una maleta ‘Oye, espérate, siéntate y aquí está tu carpeta de investigación, espérate en calma a ver qué pasa’. Creo que tendríamos que tomarnos un poquito el tiempo para saber de dónde nace esa furia y esa digna rabia para luchar por tanta justicia que se nos debe históricamente a las mujeres.
ME: Te siguen muchas niñas y adolescentes. Si pudieras escribirles una canción ¿qué diría?
Acabo de escribir una canción que espero sacar muy pronto que se llama “Te mereces un amor” y es para todas las edades y sobre todo también para las infancias. Yo tengo una sobrina de 15 años que me preocupa mucho porque vivimos en un país donde matan a 11 mujeres diarias.
Decirles a ellas que se merecen un amor y que el amor y la violencia no son un sinónimo, que tú puedes soñar con ser parte de este mundo en lugar de tener miedo todo el tiempo. Hacerles creer a los niños y a las niñas que se merecen un amor tan grande y tan genial y que ambos son merecedores de un amor que no tenga violencia dentro.