El 28 de mayo, varios vecinos escucharon los gritos de una mujer. Alguno pudo observar detrás de una ventana, en la oscuridad de su casa, que un grupo de sujetos la jalaba del pelo y arrastraba por las calles de terracería. La llevaban en dirección del río Siguacán, atrás de la colonia, desde donde los gritos continuaron. Horas después, los gritos se detuvieron de súbito. Nadie salió de su casa. Nadie llamó a la policía. Al día siguiente, los bomberos sacaron del río el cadáver semidesnudo de la mujer. Estaba a seis kilómetros de donde la colonia colinda con el río. Concluyeron preliminarmente que la víctima había sido apuñalada y violada.
Una de las personas que escuchó los gritos en la colonia admitió después que supo de inmediato que era Vilma Johana Salazar, cuyo esposo, Juan García, había sido asesinado ocho días antes en Shalom. El día antes de escuchar los gritos de Salazar, la había escuchado increpar a unos sujetos en plena calle, a quienes acusó de haber matado a su esposo. Por el tono de voz, la vecina sospechó que Salazar había estado bebiendo. Se impresionó mucho horas después, en la noche, cuando la escuchó gritar. El crimen parecía haber inclinado a varios vecinos a marcharse.
Leé las primeras dos entregas: 1) Muerte o silencio. 2) El año de la huída
“A un ingeniero, que era mi vecino, le estaban pidiendo Q50 mil cuando nosotros acabábamos de salir”, cuenta una antigua residente de Shalom, que habla desde el anonimato de su casa en otra colonia, que no autorizó mencionar. “A él le dijeron que si entraba (a la colonia), ahí mismo lo iba a agarrar, entonces se fue a traer a la policía en su pickup. Como llevaba vidrios oscuros, un policía iba manejando, y en la palangana, otro policía iba acostado, y el ingeniero adentro también, pero les abrieron fuego. Hirieron a los dos policías. Uno murió en Escuintla”. El ingeniero salió ileso.
Al principio, parecía haber un pacto no escrito entre vecinos. Nadie quería ser el primero en irse, todos aparentemente esperaban que alguien lo hiciera antes para salir detrás, aunque había otras circunstancias hacían invivible a Shalom: Drenajes colapsados ya en abril de 2019, desagües a flor de tierra y un vaho fétido flotando en algunas calles, un gran basurero clandestino sin control en un extremo de la colonia, plagas de cucarachas, y escasez de agua. Por eso es común encontrar pozos en las casas grandes. Además, la Municipalidad no había prestado ni presta ningún mantenimiento o servicio en Shalom desde 2016.
“Nadie en la municipalidad quiere entrar a esa colonia”, dice un empleado municipal, que tampoco quiso ser citado. Eso incluye al alcalde Juan Francisco Carías Vivar (electo en 2020), que no respondió a ninguna de las llamadas a su celular para preguntarle por qué también abandonó a Shalom.
Los empleados de la empresa que provee servicio de energía eléctrica tampoco entran a la colonia para leer los contadores, desde que asaltaron al último empleado que entró en 2020.
“Ahora cada vecino tiene que tomarle una foto al contador con el celular, y llevarla a la oficina de Energuate en el centro de Tiquisate, para que generen un recibo y uno pueda pagar”, dice una persona residente de Shalom, que ofrece otras razones para no entrar en la colonia. “También mataron a un vendedor de recargas de celular que llegaba a las tiendas, y a un guardia de seguridad privado, a quien le robaron la escopeta”.
La salida del ingeniero pareció ser la señal que esperaba el resto para huir. “Sólo se fue ese señor, y atrás salió el resto”, dice otra vecina. Así comenzó el éxodo. Las 175 familias comenzaron a salir en 2020, dejando tras de sí igual número de viviendas abandonadas: casas de todo tipo, pequeñas, de una o dos habitaciones; otras, espaciosas, de doble planta, y hasta cinco habitaciones. Todos los que se fueron—unos a otro municipio o departamento—también perdieron el terreno municipal que invadieron hace 21 años.
Los optimistas le colocaron un rótulo ya despintado donde todavía se lee “se vende”, aunque en Tiquisate nadie parece querer ir a Shalom ni por cinco minutos, menos a vivir. En un mapa de Google, que muestra el vecindario como un callejón sin salida, junto al río Siguacán, todavía aparecen señalizados el Hotel, Balneario y Restaurante Ramos y la Perfumería Puerta del Sur, que ahora son casas en ruinas.
Entre las 125 familias que quedaron en Shalom, la mayoría de los hombres trabaja en las fincas de la zona en lo que puedan encontrar; las mujeres, en tortillerías, limpieza o en comercios, y una minoría, en oficinas. Tanto es un estigma decir que viven en Shalom, que algunos dicen que viven en otra colonia para conseguir trabajo.
Algunas de estas familias también resultaron divididas. Los padres se quedaron y los hijos se fueron. La hija de una vecina huyó hasta California. Otra hermana suya se casó y se fue a otro municipio de Escuintla. El hijo de otra vecina acabó por quedarse después de que un impostor de coyote lo estafó y lo dejó varado en Tapachula, en Chiapas, México.
Entre quienes huyeron también se cuenta una secretaria en el Hospital de Tiquisate quien, en abril de 2020, se trasladó a otra colonia. Ella y su esposo construyeron otra casa y comenzaron de nuevo para alejar a sus hijos del peligro en la colonia, donde habían vivido durante diez años.
“Cuando yo salí, fue cuando empezó todo en Shalom”, recuerda, con una inesperada risa nerviosa. “Hasta mataron a mis perros porque ellos regresaban a nuestra antigua casa”. Tenía semanas de haberse mudado, cuando una vecina la llamó para avisarle que le estaban arrancando puertas y balcones a su casa. El esposo, preocupado, le dijo que fueran en la moto para proteger lo que quedara de sus pertenencias. Ella no quiso. Prefirió no arriesgarse.
Esto ocurrió entre 2020 y 2021. Abandonar una casa significaba dejarla a merced de una tribu de saqueadores. Nadie puede decir cuántos son porque nadie se anima a presenciar cómo le arrancan a la casa cuanto puedan, pero son suficientes para cargar con balcones, puertas con todo y marco, retretes, lavamanos, y hasta tomacorrientes. Dejan sólo el cascarón, como en un pueblo fantasma.
Para julio de 2020, el “grupito”, del que hablaba la vecina anónima, había entrado en metástasis. La PNC lo vinculaba con al menos dos bandas. Ese mes, la PNC allanó varias casas en Shalom en búsqueda de drogas y armas y para cumplir con varias órdenes de captura. Los operativos continuaron en agosto, cuando la policía capturó en esa colonia a José Manrique Márquez Cetina, de 26 años, alias “El Chirís”. También lo identificó como “el presunto líder” de la banda criminal Los Satánicos, que vinculaba a robos y asesinatos en varios sectores del departamento.
Márquez tenía una orden de captura por asesinato de un juzgado en otro municipio en Escuintla (al noreste de Tiquisate), Santa Lucía Cotzumalguapa. Sin embargo, salió de la cárcel. La policía lo recapturó en octubre, otra vez en Shalom, y en conexión con un ataque armado en otra zona del municipio. También lo vinculaban con al menos cinco ataques armados en diferentes sectores de Escuintla.
Luego, en noviembre, en la zona 2 de Tiquisate, la policía capturó por portación ilegal de un revólver, a Elden López Ávila, de 18 años, a quien identificó como el cabecilla de otra banda que denominó “Los Shalom”, y que vinculó al sicariato, extorsión, robo de motocicletas, y ataques armados que dejaron heridos y asesinados en varios sectores del municipio.
En 2020, también comenzaron a romper las cámaras de vídeo instaladas en las cinco tiendas que había en el vecindario. Cámara vista era cámara quebrada.
“Luego, llegaban y pedían algo, aguas, galletas, lo que fuera, y no pagaban, y como iban armados, no se les podía decir nada; después comenzaron a quebrar las cámaras de vídeo”, dice la vecina que habló desde la cafetería, afuera de la colonia. “Los dueños de las tiendas eran indígenas de occidente, y todos se asustaron, cerraron y se fueron”, comenta.
De todas las tiendas, sólo quedó una tienda abierta cerca de la entrada de la colonia. Fuera de dos ventas pequeñas de golosinas en la Calle de las Bordas, de cualquier otro servicio (electricistas, mecánica automotriz, reparación de calzado) sólo quedan los rótulos despintados.
Las cámaras eran los únicos testigos fiables que tenían los policías y los fiscales, y que permitían registrar la cara de los victimarios e identificarlos si ya tenían antecedentes, o capturarlos si la policía se topaba con ellos en la calle. Las cámaras no evitaban los crímenes, pero al menos los habían disuadido cerca de las tiendas.
Según la Fiscalía Municipal y la PNC, Shalom es la única colonia de Tiquisate donde la gente huyó. No pueden explicar por qué, aunque Shalom suma varias tachas: la violencia, la impunidad, el abandono de la comuna y la topografía, que hacen de la colonia casi una isla, una guarida perfecta sólo conectada al resto del municipio por una calle y una avenida.
Este martes 25 de enero la última entrega: "Calma en el papel, homicidios en las calles".