Theo Xitumul estaba acostado en su cama cuando su pareja se volteó y le dijo “¿no creés que eres hombre?”.
La pregunta le cayó como un balde de agua fría, era algo que no esperaba escuchar justo antes de dormir. En ese entonces tenía 25 años, su familia y el mundo lo identificaban como mujer, aunque él no se sentía así.
En lugar de conciliar el sueño, en la mente de Theo revoloteaban las imágenes de su niñez, de cuando estaba en Jutiapa y jugaba con sus amigos. Todos hombres.
Sus padres siempre le dieron la libertad de vestir como quisiera y bajo la excusa del calor de oriente, pedía vestir siempre con pantalón de lona y camisetas blancas. Por su corte de pelo estilo “hongo” los adultos le decían “niño” cuando lo veían pasar por la calle. Nunca le molestó.
Un día, cuando tenía 7 años, entre la inocencia y la curiosidad que emana la niñez, empezaron a hablar de qué color tenían los genitales. Cuando esa niña regresó a su casa, se vio debajo de la ropa y se notó diferente a los demás.
Estos eran los recuerdos que Theo tenía olvidados y que brotaron en su mente después de la pregunta de su novia. Al día siguiente, al despertar, le dijo a su novia: “sí”. Ella tenía razón.
“Me llamó mucho la atención que salió de ella. Ella me decía que miraba algo más en mí, porque no veía a una mujer”, recuerda.
A partir de allí, Theo empezó a usar pronombres masculinos como una forma de empezar a reconocerse. “Recuerdo que cuando era más joven siempre sentía una molestia adentro y no sabía qué era, cuando me empecé a nombrar fue tan liberador que dejé de sentir esa incomodidad. Ya no tenía ira ni enojo”.
Su decisión de nombrarse sucedió hace cuatro años y desde hace año y medió comenzó un un tratamiento de reemplazo hormonal.
Sus papás, una pareja cristiana de la tercera edad, han caminado junto a él en este camino de transición. Su papá, por ejemplo, recuerda con humor cuando los compañeros de la escuela le preguntaban si su hijo era hombre o mujer, comentarios que ahora cobran más sentido.
“No podemos pretender que nuestro entorno no transicione con nosotros. Hacemos una transición interna y lo hacemos socialmente. Eso también es un proceso para los padres, para los hermanos y si tienen hijos, para ellos también”, explica Theo.
Aunque en el camino, el desconocimiento sobre la existencia de las personas trans puede caer en comentarios transfóbicos, la constante en su familia es el amor y la paciencia.
Ahora recuerda con ternura y le dice al niño que era antes que no había nada malo en él: “le diría que todo va a estar bien, que va a ser amado y abrazado por muchas personas”.
Theo sabe que su realidad no es la misma que la de muchas otras personas trans. Reconoce sus privilegios como un hombre mestizo achí con estudios universitarios, que cuenta con el apoyo de su familia y que trabaja en la empresa de sus padres. A pesar de ello aún sigue siendo difícil nombrarse como una persona trans en un contexto de muchos prejuicios.
Actualmente en el Congreso de la República existe una iniciativa de ley que, tras la retórica de proteger a los niños y niñas de “trastornos de identidad de género”, busca prohibir que se difunda información sobre las identidades diversas.
En busca de visibilizar a los hombres trans en Guatemala, Theo se ha organizado dentro de la Asociación de Estudiantes por la Diversidad (Aesdi) de la Universidad de San Carlos, es miembro del comité asesor trans de Visibles y cofundador y codirector de la Red Trans Joven.
Además, encontró en las redes sociales el espacio perfecto para ser aún más visible. Desde su cuenta de Tik Tok trata de informar, educar y crear referentes.
“No me di cuenta de lo importante que era ser visible hasta que comencé mi transición. Siento que no hubiera sido lo mismo o no me hubiera tardado tanto en reconocerme si hubiera visto una persona trans antes, quizás hubiera llegado antes a esta plenitud que siento ahora que sé quien soy”.