Celebremos, ¿pues?

Durante septiembre surgen celebraciones y conmemoraciones alusivas a la independencia de muchos países en Latinoamérica, en Centroamérica y Guatemala, esta fecha se conmemora el 15. Desde el I25A, creemos que estas fechas son oportunidades para ampliar nuestra mirada histórica, hacernos preguntas y encontrar ahí parte de nuestras identidades.
Foto: Pia Flores

Por ello, nos hemos cuestionado lo que se celebra y hemos discutido acerca de las formas que seguimos conmemorando esta fecha. Definitivamente, el 15 de septiembre de 1821 marca un hito histórico para nuestro país, y con una mirada crítica podemos percatarnos que la historia que nos contaron no es lo que realmente pasó.

Fechas como estas nos hacen añorar un país donde las oportunidades son posibles, y esa es nuestra apuesta, reconocemos que existe un nacionalismo romantizado que puede reducir que “ser guatemalteco” es ondear la bandera con orgullo, correr la antorcha, comer comida tradicional, escuchar marimba, etcétera. Pero, ¿será que sólo somos eso? Reducir nuestra identidad a una sola forma de ser y entender Guatemala anula la oportunidad de reconocernos como un país diverso, pluricultural y multilingüe. 

Guatemala tiene muchos pendientes que resolver, reconocerla diversa en idiomas, culturas, identidades y territorios, también nos enfrenta a la conversación que somos un país con una estructura racista y colonial que históricamente ha anulado su diversidad. Esto nos pone en la compleja situación de que pensarnos desde la otredad es fundamental para indicar, a través de políticas o la ausencia de ellas, quién es merecedor de condiciones de vidas (e incluso muertes) dignas. En palabras de Judith Butler, ¿quiénes pueden ser llorados?

Por eso este 2025 nos preguntamos ¿de qué otras formas podemos celebrar/conmemorar colectivamente una historia en común? Creemos que sí hay formas plurales de celebrar la historia común que compartimos como pueblos, porque la historia nos permite saber que existe una continuidad del pasado con el presente. 

Si partimos de que septiembre es para celebrar “lo nuestro”, ¿qué es eso “nuestro” que nos hace ser “nosotros” en la ciudad? ¿dónde está nuestra identidad? ¿estará en nuestros barrios o colonias cerradas, en los mercados, en el espacio público? ¿Qué nos convoca, conmueve e indigna? Es necesario y fundamental reconocer la historia de la ciudad, alejada de ideas desalentadoras y curiosear hacia la esperanza; hablar de memoria implica ir más allá de la nostalgia, es verla como un camino que nos convoca. 

Si algo ya fue, puede volver a ser. Sí hubo agua, ella puede regresar. Si hubo bosques y barrancos, pueden regresar y si no,  proteger los existentes es un compromiso.

Sabemos que reconocer la historia de la ciudad también implica prepararse para encontrarnos con diálogos incómodos; el dolor, despojo y desarraigo siguen acompañando al crecimiento urbano. Además, existe una administración municipal dirigida por el unionismo cuya política neoliberal continúa avanzando y atenta contra la vida en todas sus formas, un ejemplo de esto puede ser cómo estamos perdiendo nuestros bosques y barrancos por seguir aprobando licencias de construcción a inmobiliarias.

La ciudad de Guatemala tendrá demasiadas ausencias que opacan la fuerza barrial que en ella se gestan de manera subterránea. Aun así, es en esta necesidad de protección a la vida en todas sus formas, que surge la organización vecinal y barrial. Sea por el agua, por los bosques, por la movilidad o algo más, las y los vecinos encuentran un motivo que les recuerda que merecemos la ciudad que soñamos.  

Sostenemos que lo cotidiano es político, entendemos que el 15 de septiembre no representa a toda la nación guatemalteca y aunque hay alegría, tenemos mucho trabajo para dejar atrás dinámicas racistas, folkloristas y extractivistas. Partiendo de esta premisa, nos preguntamos ¿qué memoria, historia, cotidianidad o colectividad podemos conmemorar en la ciudad? ¿Qué podemos, y qué queremos celebrar?

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