La comunidad que instaló sus propios pozos mecánicos

En Santa María Tzejá, se cansaron de proyectos inconclusos y promesas rotas, organizaron su propia asociación, fiscalizaron al gobierno y trabajaron con sus propias manos para instalar un pozo mecánico que hoy les da vida. Esta no es solo una historia sobre el agua: es una lección de dignidad, organización y poder colectivo.

“Acá hace más de 20 años hubo un proyecto para tener agua, pero solo nos hicieron poner tuberías y luego se fueron sin terminar los trabajos en la comunidad”, dice Juan Lux Santos, de 58 años. 

Juan es uno de los líderes de la comunidad Santa María Tzejá, una aldea de Ixcán, Quiché,  ubicada a unos 150 kilómetros de la Ciudad de Guatemala. La comunidad se encuentra en una zona tropical húmeda del norte del país, cerca de México. 

Para llegar a la aldea se debe atravesar una carretera de terracería y el calor de más de 36 grados centígrados que ahora, a mediados de año, se está viviendo en la región. 

En Santa María Tzejá viven unas 260 familias que se dedican a la agricultura. La mayoría es k’iche’ y se había refugiado en México durante el conflicto armado interno. De hecho, en el centro de la aldea hay un monumento con los nombres de las víctimas de esa época sangrienta en Guatemala. 

Hoy en la aldea hay casas de bloques de hormigón y otras construidas con madera y techos de láminas de metal que están dispersas entre las colinas. Las viviendas tienen electricidad y desde hace tres años cuentan con acceso al agua, pero conseguirlo no fue fácil. 

La larga espera 

Hace 25 años,  en el 2000, la Municipalidad de Ixcán y el gobierno central habían empezado un proyecto con el que 18 comunidades tendrían agua en sus casas, entre ellas las de Santa María Tzejá.

Las autoridades darían los materiales para la construcción de la red de tubería, el tanque y el pozo. Pero la comunidad debía organizarse para dar la mano de obra con la que se crearía la red de distribución de agua, es decir zanjas e instalación de tubería. 

Pero el proyecto fracasó. Así lo explica Juan, quien es el actual presidente de la Junta Directiva de la Asociación de Agua de Santa María Tzeja (Adesama), que se conformó desde entonces para que los vecinos tuvieran acceso al agua.

El proyecto, dice, no tuvo estudios topográficos adecuados y se adquirieron materiales de baja calidad que se rompían y que impedían seguir trabajando. Luego, las autoridades ya no desembolsaron más dinero ni buscaron soluciones para las 18 comunidades. De esa manera, Santa María Tzeja siguió sin acceso a agua entubada durante 22 años. 

Las  familias en ese tiempo dependían de los nacimientos de agua cercanos a su casa y también del acarreo de agua en los ríos, una tarea que tenían que llevar a cabo sobre todo las mujeres.

Así también lo confirma un documento hecho por el Gobierno. “Se determinó que un 80 por ciento del total de mujeres realiza esta actividad y solo un 10 por ciento hacen los hombres. Del porcentaje total de mujeres y hombres que acarrean el agua un 50 por ciento son menores de edad”, se lee en el documento oficial. 

Integrantes de la Junta Directiva de la Asociación.

En 2021, luego que la comunidad se organizara y exigiera como Adesama soluciones para tener acceso al agua, el gobierno, a través del Consejo Departamental de Desarrollo y la Municipalidad de Ixcán aprobó la construcción de un pozo mecánico. El que empezará a funcionar no solo fue responsabilidad de las autoridades, sino también de los habitantes de Santa María Tzejá. 

Esta vez hicieron solicitudes de documentos a la municipalidad que demostraran que la empresa contratada contaba con los estudios y experiencia necesaria. No querían que volviera a pasar lo mismo que antes, ni lo mismo que ha pasado con los puestos de salud ni el hospital que hasta hoy no terminan de construirse debido a la corrupción de gobiernos pasados. 

Los vecinos, como hace 25 años, volvieron a trabajar en las calles para que el agua llegara a sus casas. Usaron parte de la red de distribución que quedó inconclusa y también cambiaron e instalaron tubería nueva que tuvieron que pagar con sus bolsillos.  Cada familia trabajó 24 días. 

El pozo empezó a funcionar en 2022, justo el año en que las familias más lo necesitaban.  “Hace 3 años acá hubo una sequía tremenda y ese pozo es el que nos vino a salvar a casi todas las familias, porque los nacimientos de agua se secaron”, dice Estela García Hernández,  de 41 años, vocal de la Adesema.  

El poder en la comunidad 

La administración del pozo de agua ahora está en manos de la asociación de la comunidad, que cobra 25 quetzales mensuales, más la división del total de factura de energía eléctrica gastada por el pozo mecánico y una cuota que depende  de los metros cúbicos de agua que marquen los contadores. 

Ese dinero que paga la comunidad también sirve para el salario de un fontanero, que se encarga de bombear el agua, es decir de poner en marcha el aparato que la sustrae del suelo y la envía al tanque de almacenamiento. 

Aunque esa tarea debería ser fácil, acá es un poco más compleja. Esta no se puede realizar de día, únicamente de noche, cuando la mayoría de vecinos ya está durmiendo. 

Para hacer funcionar el pozo se debe utilizar energía eléctrica, pero como esta es inestable en la región, el fontanero debe esperar a que ya la mayoría no la esté usando en Santa María Tzejá. 

El fontanero también es el encargado de cambiar tuberías y otro tipo de daños que haya en la red de distribución de agua. Algunos vecinos, que cuentan con motocicleta, lo llegan a recoger donde esté para facilitarle el trabajo. 

La asociación cambia de junta directiva cada año y su trabajo, aparte de realizar los cobros y administrar los recursos, también implica resolver problemas que surjan con los vecinos, como un consumo irregular o pagos que tengan pendientes. Su elección es por mayoría en la asamblea.

Las principales preocupaciones de la junta directiva actual es que la bomba de agua deje de funcionar debido a los constantes apagones que hay en el área y también la finalización de una bodega que construyen para resguardar tuberías y otros accesorios. Ese espacio para ellos también es vital, pues será el lugar en el que su fontanero podrá dormir 

Los vecinos que ahora se suman como nuevos socios de Adesama deben cumplir ahora con 25 días de trabajo. Ellos pueden ser  llamados para ayudar en la reparación de alguna tubería o en la ampliación de la red de distribución. 

Esa es la cantidad de jornadas con la que se compensa el trabajo que hizo el resto hace tres años. 

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