Vale llegó a la entrevista, en un café del centro de la ciudad de Guatemala, vestida con una capa amarilla. Pese a lo lluvioso y gris del día, el color de su capa y su sonrisa, le daban esa personalidad vibrante que la caracteriza.
Inquieta, alegre y de ideas claras. Así es Valeria, una diseñadora gráfica y creadora de contenido audiovisual que se identifica como mujer queer y bisexual.
Para Vale es importante reconocer y definir su género y sexualidad aunque considera que son etiquetas que en ella siempre fluyen y se redefinen.
“Cuando estaba en el colegio tenía esa percepción de que solo las mujeres o solo los hombres te podrían gustar, hasta que empecé a hacer activismo en redes sociales y a tener más información”.
Ese descubrimiento tampoco fue fácil porque Vale, según comenta, creció en un ambiente “hiper religioso”. Recuerda que hubo un momento que quizás fue el más traumático de su vida y que aún le genera ansiedad.
Aún así trata de tomarlo con humor. “Ahora me río y digo como chiste que no rezaron bien porque terminé siendo bisexual. Quizás rezaron a medias”, dice mientras suelta una carcajada.
Cuando Vale tenía 14 años empezó a sentirse atraída por algunas de sus amigas o compañeras del colegio. Los pensamientos los bloqueó pensando en que estaría pecando, pero la duda persistía.
Tenía 18 años, apenas se estaba descubriendo así misma, y era parte de un grupo de jóvenes católicos que se llamaba Jóvenes en Victoria. Ella cree que alguien le tomó una foto cuando estaba en alguna fiesta y se la enseñó a los coordinadores del grupo.
Días después de esa fiesta, la llamaron para que participara en una actividad para rezar por los pecados del mundo. Era una trampa, lo que hicieron fue meterla a un cuarto pequeño, sentarla en una silla y rodearla de otros jóvenes y adultos que empezaron a orar por ella para que los demonios la abandonaran.
“Oraron para que se me quitara las tendencias homosexuales que ni siquiera yo sabía que tenía. Entré en shock, después fui a vomitar al baño y vi que detrás mía había un montón de gente aplaudiendo porque me habían quitado el chamuco”, recuerda.
La creencia de que la homosexualidad es culpa de un demonio es totalmente falsa aunque lamentablemente muchos la sigan defendiendo. El problema es que pese a su falsedad este tipo de prácticas como los exorcismos y las terapias de conversión, terminan provocando daños emocionales sobre todo en las personas más jóvenes.
Pasaron dos años más hasta que Vale entendió que sí le gustaban las mujeres y que no había nada malo en eso. Fue durante la pandemia, hace dos años, y en ese proceso decidió definirse como una persona queer.
Si algo ha sido vital en su camino es no sólo el haberse informado sino el haber encontrado el apoyo de su mamá. Actualmente activa desde Feminarte, un colectivo feminista que abraza a las mujeres trans.
Para ella el gran reto en este país es seguir resistiendo desde la ternura radical, seguir luchando por transformar el país y que pese a lo duro del contexto no perdamos la alegría, el amor y la capacidad de imaginar un futuro mejor.