El pescador que quiere evitar que el lago de Güija sea el próximo Amatitlán

El Lago de Güija está resguardado entre bosques secos y calles empolvadas. Sus aguas no entienden de fronteras y se extienden desde Guatemala a El Salvador. Jaime González es uno de los guardianes. Quiere evitar que ese lago, que lo vio crecer, corra el mismo destino que el Lago de Amatitlán.
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A la orilla del lago de Güija, descansan las dos lanchas de Jaime Gerardo González, de 52 años. Desde su restaurante se sienta a escuchar las olas del cuerpo de agua dulce y observa la cadena montañosa de El Salvador.

El lago se ubica justo en la frontera entre Guatemala y El Salvador, en el límite del municipio de Asunción Mita, a 178 kilómetros de la ciudad de Guatemala. 

Fue en el Guayabo, uno de los tres caseríos guatemaltecos que rodean el Güija, que creció la cercanía de Jaime con el lago. Aquí aprendió a nadar, a pescar y a navegar en lancha. 

Él siente que se lo debe todo al lago pero desde hace una década es testigo de la disminución de pescados y el cambio del color del agua. Lo que antes era cristalino cada vez se fue volviendo más verduzco. 

Una caravana de protestas sobre las olas

La mina llegó a Asunción Mita en el año 2000. En ese entonces Jaime recuerda que no había tanta información como ahora. Incluso quienes trabajaban para la empresa, preferían no hablar mucho de ello.

Con el tiempo también comenzaron a llegar organizaciones ambientalistas a informar a las y los vecinos sobre los impactos de los químicos usados por la minería metálica. 

A estas se sumaron las alertas de pescadores salvadoreños. Si una mina comenzaba a operar en Guatemala, sabían que inevitablemente a ellos también les afectaría.

Para Jaime quedaba cada vez más claro que la minería podría ser una amenaza para el lago que tanto quería y el plan de la mina Cerro Blanco de operar a cielo abierto, terminó por encender las alarmas del pescador.

Un día de 2021, pescadores y lancheros salvadoreños se organizaron. Cruzaron el lago en caravana en sus lanchas para protestar en contra de la mina.

“Los de El Salvador brincaron e hicieron una caravana y fueron hasta Cerro Blanco. No les conviene (la mina) porque la mayor parte del agua (75%) es de ellos”, explica Jaime. 

Aquella protesta motivó a lancheros de Guatemala a sumarse en contra de la mina. Jaime prestó su lancha y acompañó como pudo. Y así lo ha hecho desde entonces. 

Contribuye a la resistencia con su lancha, ayudando a trasladar personas de la manifestación.

El miedo a ver morir al lago

La mayor preocupación de este pescador es que los químicos que se usen en la mina destruya el lago que lo vio crecer, que le enseñó sobre la pesca y que ha sido el sustento de la vida en el caserío.

“La gente vive de la pesca, sería un gran problema porque de qué va vivir la gente después aquí. Lo principal aquí es la pesca y el turismo “, dice, sentado en su lancha sobre el lago de Güija.

El mismo año de la caravana de protesta, ocurrió un incidente de mortandad de peces que representó pérdidas significativas para los pescadores. Fue durante la época de lluvia y coincidió con el momento en que la mina Cerro Blanco realizaba trabajos subterráneos. 

Los vecinos y vecinas sospechan que la lluvia provocó que los contaminantes de la mina llegaran al lago. No tenían los recursos necesarios para investigar y probarlo pero desde entonces, aquel ecocidio encendió las alertas de los pescadores.

El 18 septiembre de 2022 Jaime participó en una votación de vecinos en Asunción Mita. El objetivo fue decidir sobre la continuidad de la minería en su municipio. Él conoció la votación porque la iglesia católica informó en su comunidad. 

Jaime cree que la votación fue contundente y debe respetarse, porque es una muestra de que para los vecinos de Asunción Mita el proyecto de minería no es bienvenido.  

“Es una lástima que el lago lo vayan a contaminar porque los turistas se bañan. Ya después ni gente va a venir cuando llegue la bulla de que ya no sirve el lago, como aquel de Amatitlán”, dice entre una risa sarcástica.

Según Jaime no solo la mina amenaza al lago de Güija, también las empresas agrícolas que se dedican a cultivar melón en la zona.

“Ya le han hecho estudios al lago, han agarrado agua y la han examinado, dicen que tiene un 25% de contaminación por medio de la melonera, la melonera más que todo”, narra.

Aún tiene frescos los recuerdos de su niñez y los relatos que le compartía su abuelo sobre el lago. Recuerda que le contaba que el agua antes era transparente y había mucho pescado que usaban para comercializar en Asunción Mita o en la ciudad.

“Antes la pesca era mejor. Nosotros cuando pescábamos antes, grandes lanchas de pescados que agarrábamos”, recuerda.

La esperanza de este pescador es que si se detiene de forma definitiva el trabajo de la mina, la vida del lago puede ser más larga.

“Aquí vivimos de la laguna, mire al muchacho ahí está sacando el pescado. Pero imagínese si aquí estuviera contaminado no hubiera todo eso porque el pescado se muere”, dice con preocupación.

Este reportaje es parte de 

Un trabajo de Quorum (Guatemala), Alharaca y MalaYerba (El Salvador).

Gracias al apoyo de Free Press Unlimited.

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