Luisa: amor y Google para vencer al odio

Luisa lo intuyó desde que era niña y cuando creció una búsqueda en Google le ayudó a identificarse y reconocerse como una mujer cisgenero bisexual. Pese a que acceder a información es fácil, ha tenido que enfrentar los prejuicios en las mismas aulas universitarias.

Son las siete de la noche, Luisa cuelga la última llamada de su turno, trabaja en un call center desde su casa y antes de prepararse para dormir se va a la cocina, se pone los audífonos y empieza a bailar mientras hace su cena.

Ese baile la saca de la rutina, pero también la lleva a un recuerdo de infancia. Se visualiza bailando en el mismo lugar mientras su abuela la observa desde la puerta.

Luisa Fernanda Cancinos una mujer cisgénero bisexual y es estudiante de psicología. Es la más pequeña de su familia y de casi todos sus núcleos sociales, en ella resaltan sus grandes ojos cafés y su sonrisa casi permanente.

A forma de broma dice que todo lo empezó a hacer desde muy pequeña. Cuando tenía cuatro años le llevaba flores a un niño que le gustaba y a los cinco, dio su primer beso a una niña que era su amiga.

Al igual que nos pasa a todos y todas, la construcción de la  identidad sexual y de género de Luisa comenzó desde la niñez. Ya en su adolescencia se dio cuenta de la atracción que también sentía hacia las mujeres.

En sus palabras, físicamente le atraen más las mujeres y emocionalmente le atraen más los hombres.

“Típico, como hacían todos, hice un test en Google y salió que era bisexual”, comenta y ríe. El fácil acceso a la información le hizo más fácil el proceso de explorar e identificarse. Por eso, dice, no le costó nombrarse como una mujer bi. Desde entonces tiene en su cuarto la bandera rosa, morada y azul que representa a la comunidad bisexual.

Nombrarse en el hogar 

“Podía fingir ser heterosexual para la comodidad de todos, menos la mía”, así es como explica el momento en que decidió contarle a su mamá.

Había pasado muchas noches llorando frente a sus tres gatas, con miedo y ansiedad al pensar qué pasaría si su familia se enteraba. En una noche de 2018, cuando tenía 15 años, no pudo más. Estaba llorando porque acababa de terminar con su pareja, su mamá la encontró y ahí decidió salir del closet.

“Me vas a matar”, fue lo primero que se le ocurrió decirle a su mamá quien la llevó a misa a dos iglesias del Centro Histórico y le puso las manos en la frente para “orar por ella”. Pocos días después, su mamá comenzó a informarse y a aceptar la identidad de su hija.

“La necesidad de decirlo es porque incluso dentro de la comunidad diversa somos un grupo bastante marginal, dicen que somos esos que ‘están a medias’ o dicen que ‘deplano soy lesbiana’. Pero sí sé, yo tengo bien identificada y desarrollada mi sexualidad”.

Cuando la información no llega a las aulas

Actualmente Luisa tiene 19 años y estudia psicología en la Universidad de San Carlos. Aunque los últimos dos años estuvo en clases virtuales, fue víctima de amenazas por su orientación sexual.

Cuando empezó a estudiar en la Usac, decidió integrarse a la Asociación de Estudiantes San Carlistas de la Diversidad (AESDI), porque se enteró que otras estudiantes de la carrera habían armado un grupo de Whatsapp para atacarla. 

“Sin querer metieron a una amiga a ese grupo donde decían que si regresábamos a la presencialidad a esa Luisa le vamos a pegar, la vamos a patear y un montón de insultos hacia la comunidad”, recuerda.

Pero eso no fue todo, también habían inventado que Luisa tenía una relación con un catedrático. Eso la llevó a denunciar a estas estudiantes frente a las autoridades universitarias que las sancionaron con llevar cuatro cursos sobre diversidad sexual.

“Fue un castigo que no era castigo porque era información. No sé si un par de cursos van a bastar para alguien que durante 50 años le han dicho que esto está mal, es un proceso muy diferente para cada quien pero espero que les haya ayudado”.

Luisa señala que mucho del miedo y la violencia que existe en contra de la población de la diversidad sexual es por la desinformación o falta de información. Pero si no son cursos los que logren cambiar el pensamiento de una persona ¿qué puede ser?

“Sonará cliché pero siento que es el amor lo que hace cambiar a las personas, eso lo he vivido en mi entorno y el que tengan la flexibilidad para que se les informe. Si dan un poco de apertura pueden ir cambiando ese pensamiento que no es del todo su culpa pero que han heredado de otras generaciones”.

Una carta para Luisa

Además del baile, a Luisa le gusta escribir cartas que nunca envía. Lo hace de forma lírica, es una especie de terapia para ordenar sus ideas.

Se escribió una carta cuando se graduó del colegio, otra tiene un sello que dice “no abrir hasta en 2025”. Será el año en que cumpla 22.

“Quisiera saber si le dije a mis tíos quién era en verdad, si me pude ir a Nueva York, qué pasó con mis organizaciones, si formé una propia, o si sigo activando”, comenta.

Por ahora Luisa sigue teniendo la misma inquietud que le hacía bailar de niña. Perteneció a la Red de Jóvenes Artistas por la Justicia, luego a la Oleada Feminista,  y actualmente pertenece a la asamblea de Visibles.

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