Una casa para ayudar a niños y adolescentes que sufrieron violencia sexual

441 niños quedaron marcadas en 2021 por haber sufrido violencia sexual. Sin apoyo, sus vidas corren el riesgo de caer en el abismo.
Escuela Francisco Marroquín, San Juan del Obispo

La escuela rural de San Juan del Obispo celebraba su primera semana de regreso a clases tras dos años de pandemia. Hay rostros alegres pero no falta, como en todo primer día, alguna que otra lágrima por la separación de su hogar.

Entre todo el bullicio escolar, una maestra baja la voz y responde: “sí”, cuando se le pregunta si ha conocido casos de niños que han sufrido violencia sexual.

El semblante en su rostro cambia cuando recuerda a un niño de cinco años que conoció en su aula. Aunque fue hace muchos años, recuerda la violencia con la que se comportaba. Se expresaba con insultos y amenazaba a los demás niños con lastimarlos con un palo. 

A la maestra su conducta le levantó sospechas. Decidió actuar con cautela, buscar la confianza del niño, tratar de entenderlo. Un día, mientras el pequeño lloraba en sus brazos, le contó cómo su tío lo maltrataba. 

Él estaba siendo víctima de abuso sexual. Aunque las maestras quisieron denunciar al agresor en el Ministerio Público, la familia optó por sacar al niño de la escuela. Las maestras ya no volvieron a saber de él, pero no lo olvidan.

La mayoría de víctimas de delitos de abuso sexual son niñas y mujeres. Los casos de niños y adolescentes que sufren el mismo delito son menos en cantidad y reciben poca atención. Por tabú, por miedo, por rechazo, por el mismo machismo. 

Pero también arrastran un trauma que no les permite continuar sus vidas. Y todos los y las víctimas de violencia sexual tienen otra cosa en común; en practicamente todos los casos los agresores son hombres.

¿Por qué debemos hablar sobre los niños víctimas de abuso sexual?

A pocas cuadras de la escuela de San Juan del Obispo hay una casa amarilla, el portón de ingreso da la bienvenida a una finca con un edificio colonial al centro. Se trata de una residencia para la atención de niños y adolescentes víctimas de violencia sexual y trata de personas. Es la primera en su tipo en la región y ya hay casos en espera de atención.

  • Del 100% de los casos por delitos sexuales que atendió el Instituto Nacional de Ciencia Forense (Inacif) en el 2021, el 8% representa a niños y adolescentes hombres. Se trata de 441 vidas marcadas por la violencia sexual.
  • En los últimos cinco años, el Inacif realizó 2 mil 594 exámenes médicos a niños por delitos sexuales.

Carolina Escobar, directora de la organización La Alianza, explica que hasta ahora los niños víctimas de violencia sexual no estaban recibiendo la atención necesaria.

También destaca que hablar de ellos no es minimizar la violencia que sufren las niñas y adolescentes mujeres. Al contrario, se trata de reconocer que hay hombres víctimas que tienen una historia enterrada en el silencio y en el estigma y que deben ser trabajados de una manera diferenciada.

“Son cuerpos y territorios que han sido invadidos y abusados, que han sido violentados y que se han visto como un objeto que se puede manipular”, explica Miguel Domínguez, quien está a cargo de la residencia y tiene experiencia en trabajar con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad.

Hombres víctimas del machismo

Desde su experiencia, Carolina Escobar y Miguel Domínguez comentan que los procesos de sanación de los hombres que han sido abusados son más largos porque les cuesta romper el silencio y perdonar. Son víctimas del machismo, igual que las mujeres, pero los estigmas que rodean la violencia sexual contra los hombres son otros. Ponen en duda la masculinidad de quien sufre la agresión y alimentan mitos como que “un abuso los vuelve homosexuales” o que los agresores siempre son “hombres gays”.

En realidad, comenta Escobar, la violencia nada tiene que ver con las preferencias sexuales sino con abusos en relaciones de poder: “Cuando vemos quiénes son los agresores, son hombres de familia, con poder, líderes o incluso funcionarios públicos”

Muchos niños ni siquiera pueden contar su historia por miedo a ser revictimizados. Por eso esta casa busca también crear una comunidad en la que el silencio se transforme en un espacio seguro para hablar y ser escuchados.

El hogar tiene capacidad para 20 niños y adolescentes. Ofrecerán enfermería, atención psicológica y seguimiento con 6 educadores, además de un área para talleres de arte y computación.

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