El regreso del agua: Otra tragedia en Sepur Zarco

El Valle del Polochic es una región de ecosistemas y reservas hídricas invaluables. También es, paradójicamente, el escenario donde se registran los mayores índices de pobreza y desnutrición en el país.
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Entre montañas y caminos escarpados se asientan aldeas y poblaciones a las que, por la indiferencia y la corrupción, se les ha vedado la posibilidad de contar con servicios e infraestructura básica. En cambio, a grandes hidroeléctricas, compañías mineras y de palma africana, el poder les ha facilitado permisos y concesiones para que se beneficien, a cambio de mínimos porcentajes, de su abundancia hídrica y geológica.

Hasta que el Estado fortalezca su presencia en la zona, el Valle del Polochic seguirá siendo un lugar de contrastes y contradicciones. Una región que tiene muchas historias por contar y lecciones qué ofrecer.

El nuevo verdugo

Justo en las colindancias entre Alta Verapaz e Izabal, y a los pies de la Sierra de las Minas, Sepur Zarco es una comunidad que no sólo sobrevivió a la guerra interna, sino al abandono. Cobró notoriedad por lograr, por primera vez en la historia, que un tribunal procesara y sentenciara por delitos de lesa humanidad ocurridos durante el enfrentamiento armado, a dos mandos del ejército. 

Las medidas de resarcimiento obtenidas por las abuelas llevaron oportunidades de desarrollo a sus habitantes, junto con la posibilidad de que su historia no fuese olvidada. 

Mas las condiciones de desigualdad en la que se mantiene sumergida la región, junto con los efectos del cambio climático empezaron a cobrar factura y le dieron vida a un nuevo verdugo, vestido de fuego y no de verde olivo, que emergió entre las llamas. 

El pasado verano se presentó seco y abrasador, creando un ambiente propicio para el surgimiento de incendios forestales, naturales o provocados. Alrededor de Sepur Zarco existen 22 nacimientos de agua, que históricamente han sido la principal fuente de abastecimiento de sus habitantes. 

El fuego se hizo presente en prácticamente todo el territorio nacional. Si en la zona central las autoridades se vieron desbordadas por las emergencias, en comunidades aisladas era impensable esperar el auxilio del ejército, la CONRED o los bomberos. 

Las brigadas locales, integradas mayoritariamente por campesinos, hicieron lo que estuvo a su alcance para controlar las llamas, que arrasaron las montañas cercanas. 

Los incendios se propagaron entre los nacimientos de agua. Como consecuencia, los mismos se secaron. No salió más agua de ellos y la comunidad, que se benefició a lo largo de su vida de este recurso limpio e infinito, vio cómo en un santiamén desapareció por completo.

Fue un golpe para la moral, la salud, el bienestar y el espíritu de los pobladores. No habían vivido un suceso tan dramático y fuerte desde la guerra. 

El agua, fuente de vida y símbolo sagrado en la cosmovisión de los pueblos q’eqchi’, ya no estaba a su alcance. En el Valle del Polochic, la vida de sus habitantes gira a su alrededor: sus cosechas, rituales y su día a día dependen de dicho recurso. Los nacimientos de agua en las montañas son considerados sagrados, guardianes de un equilibrio natural y espiritual que, cuando se rompe, genera caos y sufrimiento.

Pero no pudieron hacer nada por salvarlos. Tras el siniestro, se vieron obligados por semanas a realizar viajes en tuk tuk para llegar al río más cercano, pagando cincuenta quetzales por trayecto. El vital líquido, que antes fluía con abundancia en sus viviendas, ahora debía ser acarreado desde kilómetros de distancia y además debían pagar para obtenerlo. 

Las colinas que antes reverdecían con vegetación exuberante ahora estaban calcinadas, dejando tras de sí solo cenizas y desolación.

Una nueva oportunidad

Tras meses de incertidumbre y sufrimiento, las lluvias comenzaron a caer. Gracias a ellas, los nacimientos de agua han empezado a mostrar señales de recuperación. El vital líquido está regresando a las montañas y con ella, la esperanza en Sepur Zarco. 

Los estudiantes de magisterio, conscientes de la necesidad de proteger los recursos naturales, tomaron la iniciativa de reforestar las áreas afectadas. Tienen claro que el renacer del agua está ligado al renacer de los árboles. Pidieron apoyo al ejército en este esfuerzo. Aún no reciben respuesta.

No obstante, el proceso de recuperación no solo involucra restaurar el medio ambiente físico. También pasa por revitalizar las prácticas espirituales que han sido olvidadas o descuidadas. El agua, en su retorno, trajo consigo la necesidad de volver a honrarla como antes. La cosmovisión q’eqchi’, que ha sido erosionada por la pobreza y el paso del tiempo, hoy se presenta como un recordatorio de que el vínculo con la madre tierra no debe romperse.

El regreso del agua es un símbolo del espíritu de resiliencia que ha tenido Sepur Zarco a lo largo de su historia. Hoy tiene la oportunidad de regenerar sus reservas de agua, y redoblar esfuerzos por cuidarlas y respetarlas. 

Ya fueron golpeados una vez por el ejército. Y mientras el Estado siga ausente, en sus manos está no ser golpeados por una fuerza más grande que, aunque siempre da la oportunidad de renacer, puede ser devastadora.

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