Un estudio detectó altos niveles de arsénico y otros metales, en el agua que se consume en la ciudad de Guatemala. A largo plazo pueden ser dañinos para la salud.
Ya no tengo más ganas de ser pobre, me aburrí y me cansé de serlo. Voy a leerme uno de esos libros o acudir a una de esas conferencias para cambiar mi mentalidad y hacerme millonario. Obvio que deben de ser ciertas todas esas cosas que dicen porque el mundo está lleno de personas millonarias, ricas y poderosas, que en un principio fueron pobres. Como Steve Jobs que en el garaje de la casa empezó el imperio de Apple, o el sudafricano Elon Musk que, con mucho esfuerzo siendo migrante en Estados Unidos, logró crear sus empresas multimillonarias.
Parece que Guatemala está lejos de alcanzar una educación superior de calidad, Costa Rica se posiciona con las mejores universidades de Centroamérica. ¿Por qué nos estamos quedando atrás?
Las imágenes de una actividad de campaña de uno de los aspirantes a la rectoría de la Universidad de San Carlos de Guatemala son el vívido reflejo de la podredumbre y la mediocridad en la que tristemente ha caído nuestra alma máter.
En la Ciudad de Guatemala no hay parques. O hay muy pocos. Además, la municipalidad capitalina, aduciendo necesidades de seguridad, los mantiene cercados con malla o pared. No son abiertos ni libres, y los niños y niñas difícilmente van a jugar despreocupadas.
Mientras otros hospitales públicos están abastecidos, la falta crítica de medicamentos básicos para atender a la población qué acude al Hospital General San Juan de Dios llevó al personal médico a la desesperación. El problema no se debe a la falta de recursos. De hecho sobraron fondos, casi Q90 millones se quedaron sin ejecutar del presupuesto de 2021.